Aunque no están en la lista grande de Pixar, las dos entregas de Cars son resultonas películas que no abusan de la moralina y en las que los más pequeños encuentran suficientes motivos para divertirse sin que los adultos se aburran demasiado. No llegan muy lejos porque sus historias y sus personajes son de poco recorrido, pero como entretenimiento tienen un pase.

Me temo que la tercera parte provocará más de un bostezo a los críos. Sí, hay alguna escena espectacular (la mejor, un duelo sobre el barro) como era de esperar pero los mensajes crepusculares que destila el guion les quedan un poco grandes a los más pequeños, máxime cuando al final se les quita el caramelo con el que se les está engatusando durante toda la película. Como si a una de Rocky al final la dejas sin el combate entre Balboa y el contrincante temible de turno. Y lanzar mensajes como "eres viejo, acéptalo" o "tú decides cuando te retiras" puede que resulten aleccionadores a los padres, abuelos o tíos, pero a la chavalería la deja fría (y hablo con conocimiento de causa porque lo percibí a mi alrededor en la sala).

Si añadimos a ese lastre argumental la ausencia de un enemigo que carbure y al que poner ruedas arriba, el exceso de escenas en las que se habla sin parar o la falta de gracia de momentos que la piden a gritos (las peripecias en el simulador), no queda más remedio que llamar a la grúa para que se lleven un vehículo averiado que se queda descolgado en un tipo de animación pasada de moda y oxidada.