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Miguel Januário: "Si una intervención de protesta se vuelve 'cool', pierde su finalidad real"

"El arte callejero establece un diálogo público sin el elitismo que acaban por tener los museos"

Miguel Januário / José Lores

La trayectoria artística de Miguel Januário (Oporto, 1981) es una invitación a la acción reflexiva. Desde que en el 2005 lanzó el proyecto ±MaisMenos±, con el que firma retratos satíricos de la realidad actual combinando piezas audiovisuales con el grafiti, el arte plástico y el diseño gráfico, se ha convertido en uno de los referentes lusos del arte callejero más contestatario. Ayer cruzó el Miño para participar en las Jornadas de Arte Urbana impulsadas por el Concello de Vigo, la Diputación de Pontevedra y el Proyecto Ewa en colaboración con la Universidade de Vigo y el Instituto Camôes, donde imparte un seminario esta mañana.

-La calle es su principal soporte de trabajo y el viandante su público prioritario. ¿Ha logrado el arte urbano convertir al espacio público en el museo de lo popular?

-En parte sí, comienza a tener el aspecto de un museo para las personas. Aunque hay muchos tipos de arte urbano - más orientado a la denuncia, con una vertiente más artística o con un papel más decorativo -, cuando intervienes en la calle entregas tu trabajo al público. La calle es la arena pública por lo que lo interesante son las reacciones que suscitan tus creaciones. Es común encontrar una intervención que acaba rayada por alguien que discrepa y que después vuelve a aparecer reescrita, convertida en un mural público de contestación. El arte callejero establece un diálogo y discusión de proximidad entre las personas sin ese cierto elitismo que los espacios expositivos, los museos, las galerías, acaban por tener. No existe un intermediario sino que la persona es inmediatamente interpelada con lo que se encuentra en la calle.

-Muchas de sus obras han sido expuestas en diversos museos de arte contemporánea. ¿Qué implica para un artista urbano entrar a formar parte del circuito cultural legitimado?

-Aunque en el proyecto ±MaisMenos± la calle es el medio de comunicación principal, desde su inicio hice trabajo de galería. Entonces percibí que existía una cierta intención de las instituciones por domesticarlo. Con todo, también creo que su presencia es una aceptación del arte urbano como forma de expresión del arte contemporáneo. Mi sensación es que si algunas cuestiones pueden perder algo de sentido, otras pueden ganar significado.

--¿El arte callejero relata lo que los medios de comunicación callan o lo que los museos ignoran?

-Existen trabajos de intervención urbana de denuncia pero también otros que acaban domesticados por el sistema. Cuando una intervención de protesta se transforma en algo cool (guay) pierde su real finalidad y, por tanto, su mensaje acaba también por no ser tan eficaz. Si el Che Guevara se convierte en una camiseta ya no es el Che Guevara y el street art (arte callejero) , que es un movimiento que ilustra este momento de la historia del arte, está atravesando también ese proceso. Hacer arte de intervención es cada vez más difícil.

- ¿Amenaza el mercado con despolitizar el contenido de la expresión artística urbana, convirtiéndola en un objeto de consumo más?

-Sin duda. Existe un público cada vez más distraído, desinteresado y domesticado. Muchas personas desean más objetos de consumo que materiales críticos por lo que incluso mensajes que tienen fuerza política no les tocan y acaban convertidos en algo consumible. Además, existe una normalización y utilización de la actitud política, como se observa, por ejemplo en anuncios publicitarios. Hay responsabilidad tanto en el público como en quien hace arte.

-En poco tiempo hemos pasado de la persecución de grafiteros a ver surgir proyectos financiados con fondos públicos que promueven sus obras. ¿Su valoración como expresión artística comienza a ganar terreno en las instituciones?

-Existe una mayor aceptación institucional del grafiti, que creció acogido por las nuevas generaciones y ya es parte de nuestra cultura visual y artística. Existe una parte positiva de ello, porque se dan espacios a creadores con obras más artísticas que de intervención. Sin embargo, también hay una parte de aprovechamiento político. Junto a la aparición de tours que muestran el arte callejero, en Oporto, por ejemplo,existe un equipo de mantenimiento que decide qué es arte, lo "bonito", y qué no lo es, identificado con lo que parte de la protesta. Es obvio entonces que desde la política se valora el street art hasta cierto punto.

-Y,socialmente, ¿pervive el estigma del arte urbano ligado al vandalismo?

-Creo que esa percepción está cada vez más diluida y ligada a actitudes conservadoras, a un público que no distingue las distintas vertientes de intervención en el espacio público.

-Emplea Internet para compartir sus obras y muchas de ellas son famosas gracias a las redes sociales. ¿Es posible multiplicar el impacto de su trabajo sin que la viralización acabe por banalizarlo?

-Las redes sociales permiten que intervenciones efímeras o que alcanzan con su mensaje a un público muy específico acaben llegando incluso a otros países. También es cierto que el exceso de información diaria acaba por banalizar cualquier tipo de mensaje político. Somos la sociedad del scroll down. Nos volvimos un poco más superficiales en nuestra relación con los contenidos por lo que sí, existe ese riesgo.

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