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Maite Garaigordobil: "Sufrir acoso escolar no endurece ni curte, solo sirve para destrozar la vida"

"Ser un agresor también pasa factura; son menores con ansiedades y baja autoestima que, cuando el coro se aleja, acaban solos y marginados"

Maite Garaigordobil Landazabal es doctora en Psicología y catedrática de Evaluación y Diagnóstico en la Universidad del País Vasco. Es una de las grandes expertas nacionales en materia de bullying y ciberbullying, el acoso escolar cara a cara o a través de las nuevas tecnologías.

-Póngase por un minuto en el pellejo de un acosador escolar.

-El agresor siempre es alguien que necesita un espacio, que tiene bajos niveles de autoestima y necesita convertirse en líder y que escoge la manera menos inteligente de serlo. Es curioso que agresores y víctimas del bullying comparten síntomas psicopatológicos como la ansiedad y la depresión. Ser agresor también pasa factura.

-Póngase por un minuto en la persona de un acosado.

-Sufre una angustia permanente, una indefensión total. Llega incluso a culpabilizarse de lo que le ocurre. Uno de los problemas es que muchas víctimas callan y viven una situación en la que se desploman los rendimientos académicos, se abandonan las actividades de ocio y en algunos casos graves se piensa en el suicidio. Es terrible.

-¿Estamos haciendo las cosas bien?

- Bullying siempre lo ha habido, y más en esta sociedad nuestra en la que la agresividad no está mal vista. Eche una ojeada a lo que un niño puede ver todos los días en televisión o en los videojuegos que usa. Sigue funcionando, además, ese mensaje familiar del "tú no te metas en líos", el ver y callar que tanto daño hace.

-¿Y la escuela?

-Se tiene que implicar hasta las cachas, pero no está preparada, muchos profesores no saben qué hacer y hay quien mira para otro lado. Todavía tiene vigencia esa especie de argumento que justifica determinadas acciones porque la víctima "es un chico raro". Y, por supuesto, vivimos en un entorno social lleno de mitos, como el de "no pasa nada, estas cosas endurecen y curten". No, mire, estas cosas no endurecen; estas cosas pueden destruir la vida de un niño o una niña.

-¿Sin espectadores el agresor se queda a medias?

-Sin duda. Los espectadores son piezas clave en todo esto. Hay quien simplemente mira, son los que yo llamo los fontaneros impasibles. Los hay que jalean, los carpinteros risitas. Y a veces surge el ingeniero de la justicia, el compañero que tiene capacidad para dirigirse a los agresores y recriminarles. Pero son los menos, claro. Las denominaciones tienen que ver con los personajes de un videojuego contra el acoso y ciberacoso que hemos creado en la Universidad del País Vasco, se puede descargar gratis y se llama Ciberprogram 2.0. Por si a alguien le interesa.

-¿Cómo activar a esos observadores que callan?

-Ese es uno de los retos. El final feliz sería que el acosador fuera capaz de pedir perdón en clase y que esa clase aplaudiera. Si quiere lograr la admiración de los demás, ese es un buen sistema.

-Demasiado bonito para ser verdad.

-Si todos los implicados en el problema manejan bien la situación, es posible. Pero no nos engañemos, no es lo más habitual. El desenlace de buena parte de los casos es que las víctimas acaban abandonando el centro educativo y los agresores se quedan en él.

-Una victoria para el acosador.

-Puede que le funcione unos años, pero ser agresor pasa factura. Muchos de los que perpetran bullying acaban fracasando en los estudios, el coro que les jaleaba sus acciones sigue con sus vidas y ellos se quedan solos en la marginalidad. Tienen relación directa con el uso de drogas y alcohol y son los futuros maltratadores familiares, sin capacidad de adaptación, con enormes dificultades para el cumplimiento de las normas.

-¿Qué se encuentra cuando se hurga en las familias de los agresores?

-Muchas familias son violentas, por eso es difícil maniobrar. Hay que asumir un porcentaje de fracaso con ellas. Es preciso enviarles el mensaje de que también el desarrollo de su hijo está en juego. Y que frente a una situación de acoso escolar la tolerancia, también en el seno de la familia del chico o de la chica, debe ser cero.

-Las estadísticas dicen que los acosados se vuelven a menudo acosadores.

-Es una forma de descargar la angustia y depositarla en una tercera persona. La ley de la reciprocidad dice que cuando el ser humano recibe ayuda, él ayuda también. Cuando se le quiere, él quiere, y cuando se le golpea, él también lo hace. Hay, además, una tendencia a normalizar: si a mí me lo han hecho, no será tan malo. Y busco a otra víctima aún más débil. Dos terceras partes de las víctimas de bullying cara a cara también son a su vez acosadores de otros.

-¿Se podría definir el perfil de una víctima tipo?

-Son niños o adolescentes con pocas habilidades sociales y escasa asertividad, que muestran debilidad muy a las claras, y este último punto es muy importante porque los agresores disfrutan viendo el sufrimiento ajeno. Sabemos que este tipo de perfil anima al acoso porque hay víctimas que cambian de centro escolar y que vuelven a sufrir agresiones en el otro colegio o instituto.

-¿Qué dicen las estadísticas sobre la evolución del acoso?

-Por supuesto, el ciberbullying aumenta, entre otras cosas porque los niños cada vez se pasan más tiempo en el ciberespacio. Muchos de los ciberacosadores no son conscientes del daño que hacen, actúan un poco a lo tonto, y observamos que cuando somos capaces de que tomen conciencia, retraen sus conductas.

- ¿Les damos un mensaje de optimismo a los chavales acosados?

-Primero, un consejo: que cuente lo que le pasa, que no calle. Y que piense que seguro que tiene al lado personas que le quieren y que están dispuestas a ayudar a acabar con su problema.

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