Carla Simón desnuda sus emociones en "Verano 1993", largometraje sobre cómo una niña adoptada se enfrenta a la muerte. En realidad, está inspirada en la propia vida de la cineasta, que reconoce que lo que le llevó a su película fue una especie de "sentimiento de responsabilidad" hacia su familia. La laureada ópera prima de la catalana participará en el Festival Novos Cinemas que se desarrollará en Pontevedra la próxima semana -desde el martes- antes de su estreno en cines y también hará preestreno en los cines gallegos Numax y en Vigo tiene una copia confirmada.

-¿Cómo digiere tanto éxito en su ópera prima?

-No me lo esperaba, la verdad. Me sigue sorprendiendo que una historia tan personal llegue a tanta gente.

-Frida, el personaje de la niña protagonista, está basado en su vida. ¿No supone un grado de crudeza extra ahondar en sus propios recuerdos para dirigir?

-Sí, es mi historia. Yo tenía seis años cuando pasó todo esto y no tengo aún memorias definidas. Me acuerdo de sensaciones y sentimientos pero no de anécdotas concretas. Lo que en la película pasa en un verano, a mí me ocurrió en un proceso mucho más largo. Fueron los primeros meses que pasé con mi nueva familia.

-¿Hay mucha recreación, por tanto?

-Hablé mucho con mis nuevos padres, sobre todo con mi madre adoptiva que se acuerda mucho de las cosas y también usé mis fotografías de pequeña, para inspirarme a través de imágenes. Traté de abstraerme.

-Contiene este trabajo un ingrediente universal, que es la emoción, provocada por la sensibilidad con la que toca cuestiones muy ásperas. ¿Cómo lo logra?

-Creo que hay que ser muy concreto cuando se cuentan ciertas cosas; si acabas creando un mundo que conoces muy profundamente, a través de la concreción es más fácil. Conté la historia de mi vida mil veces y, cada vez que lo hacía, la gente se sorprendía. Un niño puede sobrevivir a un drama; está herido pero no deja de jugar y tiene ese halo luminoso. Eso me hizo pensar que a había algo interesante ahí y la productora también lo creyó porque habla de la familia, de la muerte, de la infancia... De cuestiones que pueden tocar a todo el mundo.

-En las notas de producción, he leído "el cine de autor no es hacer cine al margen de la industria". ¿Existe o busca ese espacio?

-Creo que existe hueco, de un modo más amplio o más reducido. Todo el cine de autor europeo que llega a las salas de aquí ocupa ese espacio y no es minoritario. Hemos ido a llamar ahí de una forma muy natural.

-Formó "Young for film" en Londres y además enseñó cien a niños y adolescentes en escuelas. En la actualidad colabora con "Cine en curso"... ¿Qué importancia tiene para usted acercar el cine a los más pequeños?

-Tiene una importancia brutal. En Galicia, está "Cine en curso" en varias escuelas e institutos, donde se reúnen cineastas y alumnos, para abrir la mirada y proponer cuestiones que de otro modo quizás no verían: las emociones, aspectos como el clima, la luz. Despertarles el interés. Acaban rodando un corto sobre algo que tenga preocupaciones similares a las suyas. En un solo curso, te das cuenta del poder de educar la sensibilidad que tiene el cine. No por hacer "Cine en curso" tienen que ser cineastas, pero es un modo de valorar el arte. Yo no era cinéfila de pequeña, no veía ni la televisión... Y para mí fue importante una asignatura de imagen. Me di cuenta del poder del cine de contar cosas muy grandes de forma muy sutil. Me pareció una forma de expresión muy completa.

-¿Cómo se ha visto retratada su familia?

- Toda mi familia está muy involucrada en la película porque mi hermana pequeña es actriz y trabaja en el cinta, mi hermano hizo toda la música y mi madre me ayudó mucho con el guión, al tiempo que mi padre me hizo el huerto de la casa para el rodaje... Para ellos no ha sido una sorpresa. Pero creo que están retratados con delicadeza o amor, que era mi objetivo. Al menos, con sentido de responsabilidad.