Es imposible no acordarse de La conversación mientras se ve Testigo por su forma de ir construyendo una intriga minimalista a partir de silencios, ritmo pausado y repeticiones con las que se va aislando poco a poco al solitario protagonista. Sin embargo, a diferencia de la obra maestra de Francis Ford Coppola, aquí no hay valor suficiente para llevar la trama hasta un callejón sin salida y se opta por soluciones demasiado diáfanas y convencionales que diluyen en parte la fuerza de una opresiva atmósfera de tensión enjaulada que se había logrado crear.

Cuando se construye con tanta paciencia un misterio hay que tener una buena respuesta al final si se aclara, y eso falla en una película que funciona bien engrasada en la concisa y seca narración de oscuros tejemanejes políticos y empieza a chirriar cuando se buscan vías más vistosas y por tanto más vistas. Con todo, un título estimable y digno de atención.