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El divorcio puede poner en riesgo la salud psicoemocional y física de los hijos

Investigadores gallegos constatan que los niños de parejas separadas tienen el doble de probabilidades de tener trastornos gastrointestinales, genitourinarios y neurológicos

La forma en que la pareja gestiona el proceso de divorcio puede tener un fuerte impacto en la salud de los hijos, no solo en la psicoemocional, sino también en la física, aumentando de forma considerable el riesgo de desarrollar patologías gastrointestinales, dermatológicas y neurológicas. Esta es una de las principales conclusiones del estudio "Impacto de la ruptura de los progenitores en el estado de salud física de los hijos", realizado por un equipo de investigadores de la Universidad de Vigo (Uvigo) y la Universidad de Santiago de Compostela (USC).

"El objetivo de este proyecto es analizar el papel de la disfunción familiar provocada por la separación de la pareja como factor de estrés tóxico en los hijos a través de la evaluación del impacto de esta situación en el estado de salud de los hijos", explica Francisca Fariña, catedrática de Psicología Básica y Psicología Jurídica del Menor en la Universidad de Vigo y coautora de este estudio, que publica revista "European Journal of Education and Psychology".

Los investigadores gallegos realizaron un estudio transversal de familias nucleares y separadas en el que participaron 467 niños y adolescentes entre los dos y los dieciocho años y descubrieron que los hijos de padres separados son más vulnerables a las enfermedades que los hijos de familias unidas.

"Se encontró que el divorcio supone factor de riesgo para la salud física de los hijos, hallándose, entre otras cuestiones, hasta el doble de probabilidad de desarrollar problemas gastrointestinales, genitourinarios, dermatológicos, y neurológicos", comenta María Dolores Seijo, investigadora de la USC

Los autores de este estudio matizan que no es la separación en sí la que puede provocar estas alteraciones, sino la forma en la que se gestiona. "En la mayoría de los casos, la mala gestión implica niveles de conflicto interparental muy elevados, que impiden una relación coparental positiva. La exposición prolongada de los hijos a situaciones familiares de alto conflicto suelen generar el llamado estrés tóxico, que conlleva una activación extrema y continuada en el tiempo de las respuestas del cuerpo al estrés, y que son las principales causantes de estas alteraciones físicas", añade Seijo.

Los efectos que puede tener una separación en los hijos pueden ser aún mayores si cabe en los adolescentes. "Los efectos no son iguales; no lo viven de la misma manera. Sus capacidades para entender el proceso y para afrontarlo difiere y sus reacciones son distintas. El adolescente, por el propio período evolutivo en el que se encuentra, puede ser más vulnerable", asegura Fariña.

Por el contrario, si la ruptura se desarrolla sin conflicto, no tiene por qué conllevar efectos negativos para los niños. Todo lo contrario. "Si la ruptura de pareja supone el cese del conflicto nocivo y de la infelicidad conyugal o familiar puede ser altamente positiva para el bienestar de menores y progenitores", explica la investigadora viguesa.

Las investigadoras aseguran que para evitar que el divorcio se convierta en un problema de salud para los hijos, es necesario apoyar a las familias en este proceso y enseñarles a gestionarlo de una manera positiva. En países como Estados Unidos y Canadá, recuerdan, los programas de educación para la separación están muy generalizados, especialmente los implementados desde los tribunales y juzgados de familia.

En este sentido, la USC puso en marcha en 2000 "Ruptura de pareja, no de familia", un programa pionero orientado a las familias con niños menores que se encuentran inmersas en un proceso de separación, y que asume los principios de la Justicia Terapéutica (TJ). "Su objetivo es ayudar a todos los miembros de la familia, especialmente a los hijos, a superar la separación entre sus padres de forma positiva", explica la profesora Seijo.

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