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Ángeles de la guarda por instinto y vocación

Diez profesionales reviven los rescates en los que arriesgaron sus vidas para salvar la de otras personas

De izquierda a derecha, Jaime, David, Miguel, Manuel, Juan, Félix, Antonio, Manuel, Miro y José Luis, ayer en el monte do Castro de Vigo. // Marta G. Brea

Los servicios humanitarios forman parte de su profesión aunque en muchos casos los afrontan con un coraje y un aplomo que va más allá de sus obligaciones. Lo atribuyen al instinto, a los reflejos y al sentido del deber que imponen los uniformes pero se trata de casos excepcionales en los que antepusieron la vida de los demás a las suyas, con rescates heroicos con los que además de salvar vidas ajenas ponen en valor la otra cara de su trabajo diario, la menos habitual pero también la más gratificante.La del final feliz.

Todos asumen con humildad sus logros y pese al diferente color de sus uniformes, reivindican la labor de los compañeros que no están en la foto pero que estuvieron junto a ellos o protagonizaron historias igualmente heroicas.

| Félix Landesa. Las situaciones extremas no se ven como excepcionales desde el cuerpo de Bomberos, acostumbrado a tratar a diario con todo tipo de situaciones, por lo general con desenlace trágico. Félix Landesa recuerda cuando salvaron a una limpiadora de cristales a la que se le cerró la ventana y se quedó sobre una cornisa, en un espacio muy reducido. "Estaba histérica, hubo que forzar la puerta y sacarla de allí cuanto antes porque apenas tenía espacio", recuerda. "Cuando algo sale bien te queda esa satisfacción de que has salvado una vida, o cuando menos la salud", afirma.

Recuerda también el rescate de tres hombres de un pozo en una bodega en Peinador en el que solo sobrevivió uno. "Se quedaron sin oxígeno por la fermentación del vino, estuvieron los compañeros con maniobras de reanimación y se salvó uno", dice. Son muchos años de carrera, casi 37, e incalculables los casos vividos aunque destaca también el caso de "un pocero en Redondela al que se le vino todo abajo y se quedó sepultado. Era un trabajo complicado porque el que bajaba al pozo corría el riesgo de quedarse abajo, no había luz y podía caerse el resto de la pared". "¿Cómo se escoge al que baja? No se escoge. Nosotros estamos para esto. En nuestro trabajo mientras los demás corren hacia atrás nosotros tenemos que correr hacia delante", afirma.

| Benigno. Pese a los más de treinta años de profesión a las espaldas, al aplomo y a las incontables historias, los ojos de Benigno, también bombero, se iluminan cuando recuerda el rescate, hace 26 años, de un hombre sepultado bajo tierra tras desplomarse un edificio en construcción, en la Curva de San Gregorio. "Estábamos quitando tierra con palas pero solo un bombero de cada vez había riesgo de otro derrumbe", relata Benigno, que durante su turno sacando tierra oyó unas voces. "Era una persona que estaba abajo y estaba viva porque se había caído el encofrado de tal forma que hizo cámara de aire", prosigue. Tras tres horas encerrado el hombre salió "perfecto, solo con algún rasguño". Remarca en que "el único mérito que tengo yo es que estaba allí, si estuviese otro sería otro el que escuchase las voces bajo las tablas". "Se llamaba Rogelio Piedra. Sí, nos dio las gracias", recuerda.

Y es que no todas las víctimas de rescates vuelven a ponerse en contacto con sus salvadores. Algunos, ya sea por pudor o porque quieren olvidar lo ocurrido, evitan un nuevo contacto.

| Antonio. Es lo que le ocurrió a Antonio, policía local, tras una intervención en A Madroa, donde un coche se había empotrado contra un árbol pero estaba vacío. Tras hablar con la familia, los vecinos y organizar un operativo de búsqueda a través del monte, localizaron inconsciente a la conductora tras unas piedras. Llevaba allí horas. Era febrero y hacía mucho frío pero la rápida intervención permitió que a los pocos minutos recobrase la consciencia. "Cuando fuimos a terminar el informe nos atendió su hija, ella no quiso vernos, quiso pasar página y no pasa nada", recuerda. Sin embargo sí entabló una amistad con otro hombre al que salvaron, Román Iglesias, que falleció hace dos semanas y era juez de paz en Crecente. Ocurrió en 2013 en la calle Ecuador y gracias a las maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP) de los agentes logró salvarse.

| Manuel Fernández. Algo similar le ocurrió al guardia civil Manuel Fernández, que rescató a una joven del agua en Samil. Fue en abril de 2013, estaba paseando por la playa con su mujer y su hijo y se lanzó al agua al advertir que la corriente se llevaba a una chica. Pese a que pasaron cuatro años, la voz le cambia al recordar esos minutos eternos en los que tardó en alcanzar a la joven. "Era una angustia terrible. Ahora ya pasó y lo ves como una anécdota y ya está pero en aquel momento lo pasas mal, ves la cara de ella de pánico y que está agotada y solo piensas en que no se hunda", confiesa. Finalmente, logró sacarla del agua y ni siquiera precisó atención médica. Tras lo ocurrido, mantuvieron un breve contacto pero él admite sentir un vínculo muy fuerte con esa persona. "Era una niña, tendría 16 años, y piensas que está ahí porque la salvé... te sientes responsable", dice.

| Jaime y Miro. En otras ocasiones, las víctimas no quieren ser rescatadas y su reacción dista mucho del agradecimiento. Lo padecieron Jaime y Miro durante una intervención en Coruxo en la que junto a otros dos compañeros de la Policía Nacional y una dotación de Bomberos impidieron que un joven se suicidase en Coruxo tras una discusión con su novia.

Recuerdan la angustia de la situación, con el hombre colgado ya de una cuerda en un garaje al que no podían acceder hasta que los bomberos cortaron la puerta con una cizalla eléctrica. "Veíamos por un ventanuco como se estaba balanceando y convulsionando", relata Jaime. Miro fue el primero en tirarse al suelo y entrar en el garaje tras reventar el portal. "Lo levanté en el aire para que no le hiciese presión la cuerda e intenté cortarla con la navaja pero no podía", explica. Fue un bombero, subido a un vehículo,el que cortó la cuerda y el hombre estaba ya inconsciente pero tras reanimarlo durante unos minutos volvió en sí. "Empezó a darnos patadas y tuvimos que pelear para reducirlo y esposarlo", relatan. Era un hombre muy corpulento, de más de cien kilos. "Lo vimos un mes después en un servicio en el juzgado y entraba con la chica tranquilamente", relatan.

| José Luis y Miguel. Los policías locales José Luis y Miguel acudieron en junio del año pasado a un aviso en el que un cliente se había desmayado y tuvo la fortuna de que en la mesa de al lado había dos médicos en prácticas y un conductor del 061 que lograron salvarle por las maniobras de reanimación, vitales. "Yo a aquella persona la vi fallecida, tenía ya color cianótico y parecía irrecuperable pero se perseveró", relata José Luis, que también intervino en otro caso similar en Ramón Nieto, donde también resultó fundamental la RCP. "Hasta que se recupera o se pierde a la persona no puedes parar, te metes en esa dinámica y no eres capaz de parar porque crees que puedes salvarlo", señala. Su compañero, Miguel, recuerda otro caso en el que evitó que una mujer se atragantase con su propia lengua. "Le metí el dedo y se salvó. El de la ambulancia me dijo luego que eso no se podía hacer. La mujer tenía VIH y yo podía tener una herida pero son cosas que haces sin pensar", comenta.

| Juan Castro. Lo mismo le sucedió a Juan Castro, que esta misma semana evitó la caída de una mujer de 89 años que se subió a una cornisa en un sexto piso de Fernando el Católico. "Hay cosas que sabes que no puedes hacer, en un incendio sabes que no puedes entrar pero siempre entras"afirma. Tras el rescate y , sobre todo, tras ver la fotografía de la mujer en la cornisa, admitió sentirse abrumado. "Tuve suerte porque ella estaba muy adelante, suerte que el tejado estaba limpio y que ella no se echó hacia delante porque si ella se tira allá voy yo detrás", afirma.

| Manuel Bugallo. También el guardia civil Manuel Bugallo hizo frente no a uno sino a dos intentos de suicidio, ambos en el puente internacional de Tui. "La primera vez fue instinto, no sé como explicarlo, era una persona en peligro de ahogarse y la reacción fue tirarme al río. No te das cuenta del riesgo pero cuando fríamente lo piensas te pasan muchas cosas por la cabeza", dice. La segunda vez, también en el puente el pasado mes de abril, otra mujer amenazaba con lanzarse y con cortarse con un bisturí. "Fue algo más de control, de ver cómo podía evitar que se tirase y que no se hiciese daño. porque si sale bien,perfecto, pero ¿y si sale mal? Fue más complicado" , admite.

A la primera de las víctimas se la encuentra a veces por la calle. "Siempre me dice que me debe un café", bromea. De la segunda, de nacionalidad portuguesa, no volvió a saber nada. "Me gustaría saber el motivo por el que tomaron aquella decisión pero tampoco quieres meterte en sus vidas. Piensas que tal vez pude quedarme allí pero no fue así y gracias a aquello están vivas", afirma.

| David. Al agua también se tiró David, un policía nacional que empezó el año 2016 arrojándose en el Náutico para salvar a una joven norteamericana que no quiso ser rescatada. "La vi bajo el catamarán de Cíes y al verme se alejó así que salté", relata. Con el agua a 8 grados, se dejó puesto en chaleco antibalas "para no perder calor" y tras alcanzarla inició una lucha con ella en el agua hasta que logró con otro compañero levantarla en volandas hacia el muelle. "Ella no era consciente del peligro que corría. Habría aparecido en Cangas o enganchada en una batea", señala. La joven, según pudieron averiguar más tarde, estaba de intercambio y ya había protagonizado varios incidentes por la tarde, bebiéndose incluso una botella de perfume en un establecimiento. "Cuando me tiré pensé que dónde me estaba metiendo pero es lo que hay y es tu deber", añade. Asegura que el episodio no le cambió, que todas las intervenciones a las que se enfrentan con los servicios seguridad ciudadana son muy complejas. "Nunca sabes a lo que vas, siempre vas hacia delante, todos lo llevamos dentro y más si estás de uniforme. No vas a quedarte mirando porque tu deber es hacer algo", recalca.

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