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hablemos en serie

"Juego de pozos petrolíferos"

"The son" convierte una magnífica novela en un guiso de culebrón y western tan ameno como endeble

Pierce Brosnan.

Las razones por las que se sigue prestando atención a una serie aunque se empeñe en darte razones para abandonarla pueden ser caprichosas. Por ejemplo, había decidido ya darle portazo a "The son" cuando, de repente, irrumpió una escena tan inesperada y acongojante que se ganó una prórroga. Una escena, además, tramposa a más no poder. En ella, el despiadado cacique encarnado por Pierce Brosnan (sí, sí, el irlandés que hizo de James Bond y Remington Steele fingiendo ser el expeditivo y poderoso terrateniente texano Eli McCullough tras una barba frondosa y hablando bajito) está almorzando con un tipo que no es precisamente su amigo cuando, de pronto, se levanta, saca un cuchillo y le arranca el cuero cabelludo con un grito feroz y una expresión de absoluta satisfacción por su regreso a la vida salvaje en la que aprendió a ser un superviviente junto a los mismos indios que masacraron a toda su familia.

No es verdad. En realidad, Brosnan se está imaginando que lo hace pero su cuchillo sigue enfundado.

¿Habría más momentos así en los siguientes capítulos? De momento no, pero la serie, una culebrón con salsa de western que mezcla "Bailando con lobos" y "Gigante", con grandes disputas entre vecinos, conflictos raciales, amores imposibles y pozos de ambición desmedida, se hace querer. Todos tenemos debilidades, somos humanos. Brosnan es un actor simpático aunque el papel le quede un poco grande (el abandono de un Sam Neill que hubiera sido mucho más creíble fue una pena) y el guión no tiene reparos en extenderse en largos tiroteos (una emboscada en el río, un asedio a una casa) mientras se van cociendo a fuego lento venganzas y ajustes de cuentas. Si uno se olvida de algunos disparates (mexicanos hablando en inglés entre ellos) y algunas frases pomposas ("Atacar a un hombre al que no puede vencer es orgullo no honor"), "The son" (AMC), que cuenta con un sólido reparto en el que destaca un Carlos Bardem convincente, tiene sus momentos mejor narrados cuando se va atrás en el tiempo y muestra el aprendizaje vital (y mortal) del entonces joven prisionero de los indios, con alguna escena francamente potente como aquella en la que "libera" de la tortura a un cautivo blanco dándole a beber veneno de una serpiente.

A la espera de que lleguen los surtidores de petróleo descubiertos casualmente por la nieta de Brosnan, y con varios conflictos larvados que prometen buenos revolcones dramáticos, "The son" ofrece un entretenimiento polvoriento y por momentos acartonado pero al que no se puede negar amenidad y ocasionales chispazos de emoción. Incluso uno se empieza a olvidar del pasado de Brosnan y ya no espera que en cualquier momento pida una copa de Martini con vodka mezclado, no agitado. Conviene destacar que, aunque no lo parezca, la serie está basada en una novela magistral de Philipp Meyer, cuya lectura recomiendo con entusiasmo. El autor figura en los créditos aunque no debió meter mucha baza en los guiones. Imagino que le hicieron una propuesta irrechazable. Ya saben. Somos humanos.

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