El desempleo afecta a la calidad alimentaria de las familias, tanto en periodos de auge como en los de crisis económica. Así lo demuestra la investigación liderada por la profesora viguesa Pilar Magdalena, que advierte sobre la necesidad de "desarrollar nuevas estrategias alimentarias que aseguren la ingesta de alimentos adecuada y de calidad para la gente con menos ingresos".

Esta investigación está basada en la tesis doctoral de Magdalena, profesora de Bioestadística de la Escuela de Enfermería de Povisa, que está dirigida por los profesores de la Universidade de Santiago Manel Antelo y Juan Carlos Reboredo, y acaba de publicarse en la prestigiosa revista Food policy.

La investigadora viguesa se encuentra muy satisfecha porque ya la anterior parte de su tesis, en la que describía el perfil del consumidor de cocaína en España como un varón joven, que normalmente vive solo, y con bajo nivel de formación o sin empleo, ha sido premiada por la Cátedra sobre Gestión Sanitaria y Economía de la Salud de la Universidad Autónoma de Madrid y la aseguradora Asisa, un premio que recogerá el próximo mes de noviembre.

En ambos capítulos del trabajo, la investigadora ha alcanzado las conclusiones tras un exhaustivo sistema de cálculo matemático, en el que trabajó durante cuatro años.

Para ello, en este estudio sobre la calidad alimentaria de las familias utilizaron los datos de 26.400 hogares españoles extraídos de las encuestas de presupuestos en dos periodos de referencia: uno de bonanza económica, en el año 2006, y otro en un momento de recesión, en el año 2016. El objetivo era analizar cómo en cada periodo influía el desempleo a la hora de alimentarse. "La conclusión más clara es que el efecto del desempleo es negativo en ambos periodos, aunque se acentúa más en los momentos de crisis económica y especialmente en las familias que ya gastaban menos en alimentación, ya que el desempleado piensa que no es una situación transitoria, por lo que conlleva un gasto más prudente", resume Magdalena.

En concreto, la reducción del gasto económico en alimentación es del 2,9% en periodos de bonanza y de 4,5% en etapas de crisis.

La reducción del gasto se produce en todos los grupos de alimentos "excepto en las grasas, que son los alimentos de menor coste y de peor calidad", advierte la profesora.

En consecuencia, los investigadores afirman que se puede argumentar que los efectos de una crisis económica sobre el desempleo no son solo cuantitativos y visibles, como son las tasas de desempleo más elevadas, sino que también los hay cualitativos o invisibles".

De este modo, los expertos gallegos destacan la necesidad de "promover estrategias para asegurar el derecho a una seguridad alimentaria a todas las personas; que se cumpla el derecho de los ciudadanos a acceder a las cantidades adecuadas y de calidad reconocido en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas". En especial aconsejan que las políticas alimentarias "se centren en los grupos sociales más vulnerables, como los desempleados y los de menores ingresos, con el fin de minimizar los riesgos para la salud derivados de una nutrición deficiente". Entre otras iniciativas destacan la necesidad de "reducir el coste de ciertos alimentos saludables para los segmentos de población con menores ingresos".

"Nuestra idea es estudiar las condiciones de salud por la vía de los hábitos alimentarios, que es donde más capacidad de decisión tenemos, y este enfoque tiene un mundo de posibilidades, por lo que seguiremos trabajando desde esta perspectiva", concluye Magdalena.