En el campo de concentración de Mauthausen, no se tatuaba el número de los prisioneros en la piel como se hacía en Auschwitz. La cifra se llevaba cosida en el uniforme a rayas. El preso 4.443 era español; se llamaba Antonio Hernández Marín. Su vida fue twiteada, por su sobrino Carlos Hernández, un gallego de adopción, logrando 50.000 seguidores en la red social. Ahora, el relato da el salto al cómic con el nombre Deportado 4443 (Ediciones B).

Esta historia de viñetas presenta la historia de Hernández Marín quien, a los 33 años de edad, fue deportado a Mauthausen. A él, lo metieron en el tren hacia Austria un 22 de enero de 1941. Precisamente, el 22 de enero pero de 2015, su sobrino arrancaba en Twitter el relato del horror como si fuese su propio tío, el narrador como si "hiciésemos un agujero en el tiempo", explica.

Para su "sorpresa", el relato "impactó mucho y llegó al corazón" de lunos 50.000 twitteros que lo siguieron. "Llegué a llorar con alguno de los comentarios que le daban ánimo", explica el escritor que publicó años atrás Los últimos españoles de Mauthausen.

Durante tres meses contó los cuatro años de sufrimiento de su pariente, las torturas, el frío, los asesinatos, suicidios, sueños y pesadillas de los más de 9.300 españoles deportados al campo, de ellos, 179 gallegos.

Tanto el libro, como el relato en la red social y el texto del ahora cómic fueron tejidos desde la Illa de Arousa a donde el autor llegó hace cuatro años asfixiado por la vida en Madrid. Precisamente, ayer explicaba desde el enclave pontevedrés la gestación de este proyecto. "Yo tenía grabada en el corazón una historia que debía investigar. Mi tío Antonio Hernández Marín, murciano, venía a Madrid a pasar unas semanas cada año. Él traía valores como la tolerancia y el amor por la cultura en un tiempo como era el final del franquismo y el comienzo de la transición. Me impactó e influyó muchísimo en mí".

Muchos años después de fallecer su tío en Francia en 1992, donde se encontraba exiliado, Antonio Hernández comenzó a rememorar la historia familiar y aquel eco en el que sonaba la palabra Mauthausen. "De pequeño no pregunté lo que era. Pasados esos años, ya de adulto -y convertido en un periodista- me di cuenta de la oportunidad perdida de haber conocido a un testigo de aquel horror. Me encontraba mal por no solidarizarme con él, por no haberle dado un abrazo y decirle cuánto sentía lo que había sufrido".

Para enmendar ese fallo, Hernández comenzó a investigar encontrando no solo la historia de su tío sino la de miles de españoles que acabaron en el campo nazi, llegando a hablar con 18 supervivientes. "Fue una experiencia increíble ver cómo un hombre de 95 años se pone a llorar recordando todo, diciéndote que aún hoy tiene pesadillas",