Hoy Manuel Manquiña actuará junto con Luis Zahera y Rober Bodegas en el auditorio Mar de Vigo, con "Noites de retranca" (21.00 horas).

- Ya no ha necesitado actualizar el monólogo sobre corrupción que interpreta hoy, la realidad se ha encargado de traerlo de nuevo a la actualidad.

-Es como un ciclo. Cuando yo empecé a escribirlo, incluía temas sobre la crisis y el inicio de la corrupción. Ahora, en 2017, parece que vuelven a pasar cosas. Pero realmente lo que ocurre es que se están juzgando aquellos hechos, que unos denunciaban y otros bromeábamos sobre ellos. Creo que la justicia lleva un tiempo muy lento, aunque al final las cosas acaban estallando. Estoy deseando escribir cosas nuevas y que no tengan tanto que ver con la actualidad, que sean más eternas.

- ¿La justicia va, por tanto, con mucho retraso con respecto al humor?

-El humor también tiene etapas. Rober Bodegas y yo también, llegamos a la conclusión de que últimamente hay temas de humor que están mal vistos. Como una involución, una recarga moral malentendida. Hay determinados temas en los que me recuerda a la prohibición de los años 30, una cruzada moralista, como la que dio lugar a la Ley seca. Vivimos un momento social confuso.

- ¿Confuso?

-Es interesante, pero me parece confuso. Los políticos hacen circunloquios para no decir palabras que la gente sí pronuncia en círculos privados. En público, tienen miedo de lo políticamente correcto. Y este fenómeno también es propiciado por la redes sociales. A veces sale lo peor de las personas y manifestaciones realmente mezquinas que se defienden como libertad de expresión en redes.

- El guionista tiene que andar con pies de plomo por si hiere sensibilidades.

-Mis referencias son monologuistas americanos, con referencias como la infancia, el matrimonio, la educación, y siempre teniendo en cuenta que el humor es irónico y algo agresivo... y hoy no está permitido. Tengo la impresión de que antes éramos más libres. Alguien se jactaba el otro día de que no hacía chistes sobre cojos y no sé qué tipo de enfermos. Yo, sin embargo, pensaba que no los había hecho nunca. Pero es como si no pudieses hablar de personas con unas ciertas características para hacer humor.

- ¿Nos estamos pasando de políticamente correctos en el humor?

-Creo que sí, porque comes viendo un atentado con ocho muertos en una mezquita en Kabul y en cambio, una cuestión mucho menor, hace que un colectivo se levante a protestar. Lo terrible es que nos estemos acostumbrando a vivir entre bombas. Ahora mismo hay mucho lío, entre el coreano del norte, el ruso y Trump. Si tu o yo gobernásemos un país, seguro que lo hacíamos de pena, pero no peor que la media general. Los humoristas no deberíamos de acojonarnos.

- Un senador de Compromís ha presentado una pregunta sobre el apocalipsis zombie, para que respondiese el Gobierno y criticar así la "inutilidad" de ese mecanismo. ¿Les van a quitar el oficio a los políticos?

-Me parece que la respuesta estaba bien planteada, entendiendo la pregunta como algo que parece imposible que ocurra. Ahora, el hecho de que la hayan replanteado ya no me hace ninguna gracia. Que se metan a humoristas y se suban al escenario a defenderlo, pero que no pierdan mi tiempo. Nosotros no vamos a un parlamento nacional a plantear estupideces. Me pareció una frivolidad, además de que esa pregunta ya la había hecho hace unos años un diputado canadiense.

- Escribe un monólogo para el próximo septiembre.

-El hábitat influye en nuestras maneras de ser, el entorno en el que nos hemos criado... Es un monólogo que, antes de llevar a Vigo, tengo que ensayar mucho, porque está basado en aquellos personajes que poblaron mi infancia en la ciudad. Algunos para mí son extraordinarios, lo que hoy llamaríamos curiosos. Influyeron mucho en mi vida. Son personajes populares de los años 50 y 60, que andaban por las ferias en Bouzas o Coia, en el muelle, y que yo veía con admiración, desde una perspectiva infantil. Me quedaba hipnotizado, paralizado ante ellos. Me hechizaban, me absorbían, pero también me aterrorizaban. Yo era muy miedoso, pero tenía un gran poder para meterme en líos. Hay una galería de personajes que me han impactado y me han ayudado a desarrollar mucho la fantasía. Los llevo siempre en mi corazón. Por eso me decidí a hacer un monólogo en el que enfrentarme a ellos. La idea es un poco "mis tiernos o adorables fantasmas". Una mezcla entre ternura y los monstruos. Había gente con bocio, enanos? Estaba Platanito, "Cabecita de ajo", el Carioca...