Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Pasajeros en la estación del pánico

Unos personajes estereotipados e irrelevantes que solo se salvan por el trabajo de los actores

Jake Gyllenhaal. // FdV

Si algo ha demostrado hasta ahora el director sueco Daniel Espinosa es su capacidad para coger materiales de saldo y darles un empaque visual vistoso que los haga parecer mejores de lo que realmente son. Life no es una excepción. Siguiendo la estela de la ciencia-ficción más reciente, que apela a la gravedad en ausencia de ella y filosofa en un espacio propicio para las reflexiones sesudamente vacías, Life utiliza el esquema ciertamente manoseado del terror claustrofóbico para unir dos vías que necesitarían algo más de talento en la escritura para llegar a alguna parte.

Si la tantas veces mencionada Alien de Ridley Scott planteaba una especie de trama a lo Agatha Christie (un grupo de personas lentamente exterminado) con un monstruo depredador sediento de sangre (las siguientes secuelas optaron por abrir carnicerías sin pensarlo dos veces), aquí estamos ante una criatura que va de menos a más: empieza siendo algo insignificante y va creciendo, creciendo y creciendo hasta convertirse en un alienígena pulposo que se mueve a velocidad de vértigo y, como los pulpos, posee una extremada inteligencia. Amén de una gran capacidad para invadir cuerpos ajenos. En este caso no sale de caza sino que se defiende. Así, Life se convierte en un enfrentamiento entre dos tipos de vida y dos formas distintas de defenderla. ¿Quién es la víctima y quién el verdugo? Los papeles se intercambian sin problemas aunque como los aliens no pasan por taquilla es normal que se acabe tomando partido por los humanos, si bien están tan débilmente dibujados en el guión que cuesta cogerles simpatía. Estereotipados e irrelevantes, solo el oficio de los intérpretes los mantiene en pie. O flotando. Espinosa es consciente de que tiene entre planos un guión de serie C y se esfuerza desde el principio (ese habilidoso y tramposo plano secuencia en el que flotamos por la estación espacial con los ejes patas arriba) por poner un vistoso envoltorio a una caja vacía.

La función aguanta a duras penas gracias a escenas de tensión bien resuelta y algún que otro golpe bajo sangriento pero a medida que se acerca el desenlace queda claro que no se sabe cómo acabar la historia y se recurre a un final embustero -que recuerda cierto momento de suspense trilero de El silencio de los corderos- que deja la puerta abierta a una secuela apocalíptica (o no) a costa de convertir la crueldad del desenlace en un involuntario momento cómico.

Compartir el artículo

stats