El escritor, productor y director cinematográfico Guillermo Arriaga, guionista de filmes como "21 gramos" y "Babel", presenta su última novela, "El Salvaje", una obra que narra dos historias distintas pero conectadas al final: la de Juan Guillermo, un joven que se propone vengarse de los fanáticos religiosos responsables de la muerte de su familia; y la de Amaruq, un inuit que persigue, sobre la peligrosa línea de la muerte y la locura, el rastro de un enorme lobo en el invierno.

-Dice que la obligación de un autor es poner la luz donde ya no se quiere ver. ¿Qué ilumina "El Salvaje"?

-Ilumina reflexiones sobre la muerte, porque tendemos a no querer verla como parte de la vida. Ilumina algunas cuestiones de impunidad y corrupción, y de cómo la justicia afecta de forma muy distinta a una y a otra clase social. Y creo que ilumina también la necesidad de la civilización de mantener clara la presencia de la naturaleza dentro de nosotros mismos.

-Precisamente los dos personajes principales, Juan Guillermo y Amaruq, están unidos a los animales. Al primero lo saca de su soledad un perro, y el segundo se vuelca en la cacería de un lobo. ¿Por qué es tan importante para usted mostrar esa relación con la naturaleza?

-Porque es lo que somos. A pesar de que tengamos una civilización, cuanto más observas a los animales, más te das cuenta de que seguimos patrones vinculados a los animales, como territorio, jerarquía, cortejo? Es importante saberlo, porque si no estamos perdiendo algo importante de nosotros mismos.

-Ese amor por la naturaleza presente en la obra viene de usted, igual que el gusto por la caza de Amaruq o el segundo nombre del protagonista. ¿Ha volcado partes suyas en algún otro personaje?

-Todos los personajes tienen algo mío. Es algo inevitable, no se puede contrarrestar la influencia de lo que uno es en su obra. Pero muchos también están basados en gente que conozco. Por ejemplo, Carlos está muy basado en el deseo de conocimiento de mi padre y Sergio Avilés en un amigo que tiene exactamente su mismo carácter.

-También está Chelo, una mujer llena de cicatrices.

-Sí. Chelo está llena de cicatrices porque sufre una caída de diez metros desde una azotea. Se salva porque impacta sobre los amortiguadores de un carro que mitigan el golpe, pero sus piernas quedan destrozadas.

-Gran parte de la novela sucede allí, en las azoteas, ¿por qué?

-Porque a finales de los años 60 hubo una opresión muy feroz por parte del gobierno mexicano contra los estudiantes que se rebelaban. Había mucha represión policial, de modo que si tú estabas jugando en la calle, y tuvieras la edad que tuvieras, los policías te acusaban de vagancia. Así que empezamos a hacer vida en las azoteas.

-Las injusticias provocan el deseo de venganza, y eso es justo lo que experimenta el protagonista. ¿El ajuste de cuentas es la única salida para aquel al que le han arrebatado todo?

-No creo. De hecho la novela hace una reflexión sobre si vale o no la pena vengarse. Juan Guillermo termina dándose cuenta de lo que significa y de lo destructivo que puede llegar a ser. Incluso hay una cita que pongo, de Confucio, y que dice: "Antes de emprender tu camino a la venganza, cava dos tumbas".

-Juan Guillermo se percata de ello a lo largo de una evolución vital que enlaza con la de Amaruq.

-Sí. Amaruq es otro personaje importante, un mestizo inuit cuya familia ha huido al sur de Canadá. Un día, su abuelo le dice que, de todos los lobos que ha cazado, uno de ellos es su dios, y que tiene que atraparlo para convertirse en él, porque si no estará condenado a cazarlo en sus sucesivas vidas. Por eso Amaruq empieza a seguir a un lobo que está conduciendo a su manada cada vez más hacia el norte en el invierno, un comportamiento contrario a toda lógica animal. Y lo perseguirá sin saber qué le está sucediendo, si es una alucinación o un fantasma, pero sin detenerse a pesar de todo.

-Es una trama compleja, que ya le rondaba por la cabeza desde que era adolescente, ¿por qué se decidió a escribirla ahora?

-Porque no es solo la historia de un hombre que quiere vengarse. Alrededor de la novela pasan muchas otras cosas, tiene mucho ires y venires. Así que necesité que madurara. Pero ahora voy a añorarla, porque me llevó mucho tiempo darla por terminada.

-Fueron cinco años y medio desde que empezó a escribirla, y 16 desde que lanzó la última novela. ¿Cómo ha sido volver a ese género?

-Ha sido un placer. Hacía mucho que no tenía ese deseo de dejar lo que estaba haciendo por escribir, pero en este caso la computadora me llamaba constantemente. Lo único que quería era dejar de hacer lo que me interrumpía para ponerme con la novela.

-Probablemente lo que le interrumpían eran los proyectos cinematográficos, otra de sus pasiones. ¿Por qué no quiere entonces que "El Salvaje" se convierta en una película?

-No es que no quiera, es que no veo cómo podría hacerse. Es una novela profundamente literaria, en la que lo más interesante es lo que ocurre dentro de la cabeza de los personajes. Convertir eso en una película me parece extremadamente complicado.

-Decía que va a añorar la obra y que ahora está a la deriva, pero al final se embarcará en otro proyecto. ¿Será un filme u otra novela?

-La verdad es que no lo sé. Escribir una novela o una película va a ser un proyecto de por lo menos tres años, así que quiero estar muy seguro de mi próximo paso. Pero tengo muchas historias por contar.