-Esta historia le llegó en plena crisis, tras tener que desechar la novela que estaba escribiendo sobre la princesa Marie Bonaparte. ¿Podría decirse que la "salvó"?

-Sí, sí. Tras abandonar esa novela, entré en estado de shock. No se me ocurría nada y fue cuando esta amiga me habló de María de la Luz y la verdad es que estoy muy agradecida porque la novela va fenomenal. Nunca había tenido una novela, excepto la del Planeta, con tanto éxito como esta.

-¿Llegó a pensar que no volvería a escribir?

-Sí. Yo me pongo muy dramática con este tipo de cosas y además era la primera vez que me pasaba, que tenía que dejar una novela porque iba a la catástrofe. Me quedé muy frágil y muy agobiada, por lo que escribir esta fue como una terapia.

-Hace cinco años creó los talleres literarios que dirige junto con su hermano Gervasio. ¿Por qué?

-Es una de las cosas de la que estoy más orgullosa porque ya hemos tenido más de 5.000 alumnos, muchos con obra publicada. Poder ayudar a la gente a que pueda cumplir su sueño de convertirse en escritor es una de las cosas más bonitas de mi vida.

-Se puede enseñar a escribir, pero ser escritor es otra cosa, ¿no?

--Bueno, todas las artes se tienen que aprender. Si usted quiere ser un pianista se tiene que pasar horas haciendo escalas y dando clase, y si quiere ser un gran bailarín, horas de barra. Todas las artes tienen una parte de talento, que esa la tienes o no la tienes, pero también hay una parte de oficio considerable, que sí se puede aprender y que es la que nosotros enseñamos en los talleres.