En la Sierra del Galiñeiro se encastra uno de los montes más excepcionales de Galicia por su euforia de colores, flora y fauna, no en vano, el Parque Natural Monte Aloia fue el primero de la Comunidad en ostentar esta catalogación. Sus cerca de 800 hectáreas atraen, también en invierno, a decenas de caminantes que se adentran en sus 10 kilómetros de rutas en busca de los miradores, molinos y restos arqueológicos que descansas en sus faldas.

La fértil belleza de este enclave lo ha anegado el paisaje de leyendas que hablan de vientos y aguas preñadas de vida y algunos incluso sitúan aquí el clásico monte Medulio en el que los celtas cometieron un suicidio colectivo ante la idea de verse sometidos a los romanos. Se cuenta también que entre las piedras del Aloia se ocultaron los tudenses en más de una ocasión, huyendo de la invasión árabe, normanda, francesa y portuguesa y que en sus raíces aún descansan los restos de San Julián, un santo muy venerado en la zona.

Sin embargo, antes de los años 20 del pasado siglo el monte lucía pelón, con poco más que pedregales y arbustos. Fue a partir de esta década cuando comenzó la transformación que hoy le proporciona la cubierta arbórea que protege una abundante fauna. El 80% de la superficie es arbolada y el pino del país predomina en el paisaje, aunque también aparecen endrinos, acebos, castaños y madroños entre otras especies. El conjunto floral que ofrece también es muy amplio, habiéndose catalogado más de 300 géneros diferentes. El parque cuenta con una senda botánica que muestra los elementos forestales más característicos de la zona en paneles que incitan a identificar las especies a través de juegos.

La ruta es anexa al centro de visitantes Casa do Enxeñeiro Areses, donde se pude ver una exposición permanente sobre el parque, además de encontrar toda la información necesaria para recorrerlo. Desde este punto parten los seis derroteros habilitados. El camino más antiguo es el de castro del Alto dos Cubos, que conduce a una ciudad amurallada (a 270 metros sobre el nivel del mar) en la que se conserva el muro original, de unos 1.200 metros, y que recibe el nombre de muralla ciclópea por sus características: está edificada con grandes piedras sin argamasa.

Se puede visitar también la ermita de San Xián, santuario que fue reconstruido en el siglo XVIII. La singularidad de este templo reside en su dedicación, ya que aún adscribiéndose a la religión cristiana, su origen parece responder al culto de los elementos de la naturaleza.

No muy lejos de la ermita se encuentra también una zona de recreo desde la que se puede observar la fauna del espacio: conejos, víboras, zorros y perdices abundan en la zona. Destacan también la variedad de anfibios, pues aquí se encuentran 11 de las 14 especies catalogadas en Galicia. Cuenta incluso con pozas y riachuelos en los que divisar la especie Achondostroma arcasii, un tipo de carpa muy singular ya que se trata de un ejemplar endémico de la península con poblaciones muy vulnerables pero que abundan en las pozas de Cabanas y en el río Udencias dentro del parque.