Mónica nació en Suiza, en el cantón alemán, hija de padres gallegos, y a los 23 años regresó a Vigo. Cuando tuvo a su primer hijo, Xoel, hace cuatro años, decidió enseñarle "la lengua que me salía de forma natural, que es el suizo, un idioma que no existe escrito, y, cuando empiece a escribir, le enseñaré alemán, tal y como me hicieron a mí y que me ha servido tanto en la vida", describe. El padre, Daniel, les habla por su parte en castellano. "Hay que ser constante y mantenerse en un mismo idioma; si no, llega un momento en que les da pereza y prefieren hablar todo en castellano, que es lo que más escuchan", indica Mónica. Admite que cuando están con familia o amigos gallegos, "cambio al español para que no se sientan mal". Para contrarrestar, también se apoya en una amiga suiza, "para que el niño hable con otras personas".