El Papa Francisco cerró ayer en el Vaticano la puerta santa de la basílica de San Pedro clausurando así el Jubileo de la Misericordia y enviando un mensaje al mundo para "no cerrar nunca la puerta de la reconciliación y el perdón".

En la solemne celebración de cierre del Año jubilar, a la que asistieron unos 70.000 fieles, Francisco pidió que siempre se mantengan abiertas las vías de esperanza. En su homilía, recordó a todos los "peregrinos" que han cruzado en estos últimos meses la Puerta Santa vaticana.

El Papa concelebró la misa con cardenales y obispos, entre los cuales se encontraban los 17 nuevos purpurados, entre ellos el español Carlos Osoro. En la misma Francisco recordó que Dios "se presenta sin poder y sin gloria: está en la cruz, donde parece más un vencido que un vencedor, porque la grandeza de su reino -subrayó- no es el poder según el mundo, sino el amor de Dios, un amor que es capaz de alcanzar y restaurar todas las cosas".

Desde el pasado 8 de diciembre de 2015, más de 20 millones de peregrinos han participado en el Jubileo de la Misericordia. El presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, monseñor Rino Fisichella, explicó que en esta cifra se engloban, además, todos los fieles que participaron en las tradicionales audiencias de los miércoles y de las especiales del sábado en la Plaza San Pedro, así como los peregrinos que asistieron a los Ángelus del papa Francisco los domingos.

Esta vez, casi todas las diócesis del mundo abrieron una puerta santa, para permitir ganar las indulgencias del Jubileo sin necesidad de ir a Roma.