Carlos Osoro se convirtió ayer en príncipe de la iglesia católica. El Arzobispo de Madrid, titular de la diócesis de Ourense entre 1997 y 2002, accedió al cardenalato de la mano del Papa Francisco, quien ha convertido a Osoro en su principal representante en España y principal candidato a relevar a monseñor Blázquez al frente de la Conferencia Episcopal. Bergoglio bautizó a Osoro como "El Peregrino", por su cercanía con los feligreses, y ayer le entregó la púrpura en San Pedro del Vaticano. Éste la recibió emocionado y en la creencia de que el cardenalato "exige responder ante los demás".

En la ceremonia estuvo presente una delegación española encabezada por el ministro de Justicia, Rafael Catalá; el embajador de España ante la Santa Sede, Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes.

Osoro, que se definió como una "pobre persona", dio las gracias también a los que habían viajado a Roma para asistir a una ceremonia en la que el Papa alertó a los 17 nuevos cardenales que ayer nombró contra el "virus de la polarización", que crea enemigos por pensar diferente. Bergoglio les pidió una "verdadera exigencia de conversión" del corazón que tiende a juzgar, dividir, oponer y condenar. "Vemos, por ejemplo, cómo rápidamente el que está a nuestro lado ya no sólo posee el estado de desconocido o inmigrante o refugiado, sino que se convierte en una amenaza; posee el estado de enemigo. Enemigo por venir de una tierra lejana o por tener otras costumbres. Enemigo por su color de piel, por su idioma o su condición social, enemigo por pensar diferente e inclusive por tener otra fe", dijo el pontífice. Tras la ceremonia, Osoro comentó las palabras de Francisco. "Yo con el Papa estoy siempre de acuerdo y yo creo que todos siempre debiéramos estar de acuerdo, porque el Papa siempre nos está remitiendo a nuestro señor Jesucristo. Si algo distingue a los cristianos es que amamos a todos, también al que es enemigo". El Papa, en su homilía, invitó a velar para que "la epidemia de enemistad y violencia" no cope el corazón de los nuevos cardenales, porque iría "contra la riqueza y la universalidad de la Iglesia". Así, también reflexionó sobre las epidemias que sufren las sociedades y cargó contra "la exclusión como única forma posible de resolver los conflictos".