Luis Hernando de Larramendi sostiene que el progreso de las sociedades está en aprovechar lo mejor de lo heredado con las correcciones que impone la realidad y que romper con el pasado es un error. Pero la historia la escriben los vencedores y los perdedores quedan sin voz, advierte. Precisamente sacar a la luz la aportación de uno de estos perdedores, el carlismo, es uno de los objetivos de la Fundación Ignacio Larramendi que preside. El próximo miércoles, 2 de noviembre, este abogado madrileño estará en el Club Faro para presentar, junto al profesor vigués de Historia Alfredo Comesaña, el primer estudio sobre la tercera guerra carlista en Galicia, "Hijos del trueno. La tercera Guerra Carlista en Galicia y el norte de Portugal", ganador de la última edición del Premio Internacional de Historia del Carlismo Luis Hernando de Larramendi.
-¿Cuándo y por qué nace la Fundación Ignacio Larramendi?
-La fundación nace hace ya treinta años, cuando mi padre, fundador de la Mapfre moderna, decide dedicar los premios de jubilación que le iban a dar a algo que beneficie a la comunidad y que desde luego no fuera ni para proveho propio, porque era un hombre extraordinariamente austero, ni para beneficio de sus hijos, que éramos nueve y total a mucho tampoco íbamos a contar. Entonces decide constituir la fundación, con el beneplácito y apoyo de mi madre.
-¿Y cuáles son sus objetivos?
-La fundación desarrolla tres actividades. La primera, la beneficencia, a la que se dedicamos un tercio de nuestro presupuesto. Y como hay tantas necesidades y uno no puede abarcarlo todo, ayudamos fundamentalmente a aquellas causas vinculadas a la obra de la iglesia católica en su acción preferencial por los pobres. Otra es la de promoción de estudios sobre la influencia histórica del carlismo en la sociedad española.
-¿Por qué sobre el carlismo?
-Tanto mi padre como mi abuelo como el resto de mis antepasados habían estado adscritos al carlismo, un movimiento esencialmente de perdedores. Han luchado en muchas guerras, han servido a muchos principios y han mantenido muchos ideales, pero desgraciadamente siempre en el bando de los perdedores. Incluso en la guerra civil, en la que aparentemente estaban en el bando de los ganadores, como mi abuelo, que rechazó ser ministro que Franco en los momentos iniciales de la guerra. Por eso no podía ejercer la abogacía nada más que de una manera individual y bastante poco rentable, por cierto, y que creo que no recibió todo el reconocimiento que su conducta merecía. Por esto, gran parte de lo que hacemos en la fundación es tratar de sacar a la luz la influencia y la importancia que tuvo el carlismo durante su larga vida desde el punto de vista histórico. La historia la escriben los vencedores y de los vencidos se escribe poco, por lo que nunca se escucha su voz. De lo que se trata es de buscar fuentes, poner en relación diferentes informaciones y, al final, llegar a alumbrar una parte poco conocida o totalmente desconocida de la historia de España.
-¿Cuál fue su mayor legado?
-Al igual que los evolucionistas decían que la naturaleza no da saltos y que todo lleva un proceso, en lo político tampoco debe de haberlos. El legado de lo aprendido más las correcciones que impone la realidad de los hechos es lo que permite fortalecer la sociedades. Desprenderte así, a tabla rasa, de lo anterior no suele ser bueno. Es mucho mejor ir en cada generación aprovechando lo mejor de lo recibido y transmitiéndolo mejorado, inventado o depurado a las generaciones siguientes.
-Hábleme de la tercera actividad de la fundación.
-Es algo que deberían hacer las instituciones públicas pero no es así, que es preservar el patrimonio histórico, bibliográfico y documental español, portugués e iberoamericano y al mismo tiempo ponerlo en valor. Nosotros buscando bibliotecas en relación con un tema concreto poco conocido, por ejemplo, la Escuela de Salamanca o los viajeros científicos españoles de los siglos XVIII y XIX, y hacemos accesible la información a través la digitalización del material.
