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Directora General de la ONG ACCEM

Julia Fernández: "Europa no puede renunciar a sus valores porque no le vengan bien"

"No solo hay que apelar a la solidaridad, sino a la responsabilidad que cada uno tiene para que este mundo sea mejor"

Julia Fernández Quintanilla. // Ángel González

Julia Fernández Quintanilla es la directora general de ACCEM, una ONG dedicada a mejorar las condiciones de vida de las personas que se encuentran en situación más vulnerable y, especialmente, refugiados, migrantes y personas en situación de exclusión social.

-¿Qué mejor, para ayudar a refugiados, que acudir a ACCEM?

-ACCEM es más que refugiados. Trabajamos con personas sin hogar, con migrantes, aunque es cierto que nuestra seña de identidad, desde nuestra creación en 1991, es el trabajo con refugiados. Trabajamos con ellos en todas las fases, desde la acogida, hasta que consiguen su autonomía. Pero es cierto que, en la medida que colaborábamos con unos y con otros, nos dimos cuenta que también había ciudadanos españoles que no tenían problemas de nacionalidad, pero sí otros similares a los que podían tener los refugiados, en cuanto al acceso a la vivienda o al empleo, sobre todo tras los años de crisis que agravaron la desigualdad que ya existía en el país y aumentando el número de personas en riesgo de vulnerabilidad, que hoy día es altísimo.

-¿Cuáles son las líneas de actuación de ACCEM con los refugiados una vez que llegan a España?

-Ayudamos a estos colectivos en los diferentes elementos que pueden facilitar su integración y su autonomía, como la asesoría jurídica en el procedimiento de conseguir protección; todo lo que tiene que ver con apoyo psicológico; también la información y el conocimiento del país al que han llegado, qué derechos tienen, qué recursos hay, cómo acceden a ellos; y sobre todo el conocimiento del idioma, entendido como herramienta básica de comunicación y conocimiento.

-Hablaba del factor psicológico, imagino que en estos casos resulta esencial.

-Sí. Hay personas que vienen muy dañadas de todo el proceso que han tenido de salida y tránsito hasta que han llegado a un país seguro, y necesitan un acompañamiento para poder superar y afrontar ciertos elementos de bienestar para poder afrontar la vida.

-Se trata no de ser acogidos, sino de sentirse acogidos.

-Eso es. Se trabaja mucho la recreación de una red social, que es una de las cosas que de manera más irremediable se pierde al irse de un país. En tu lugar de origen tienes tu vida hecha con tus amigos y familiares, pero cuando llegan aquí lo hacen solos y, si tienen suerte, con su familia, por lo que de pronto se encuentran sin esa red social tan importante para nuestra estabilidad afectiva, para el ocio o para encontrar empleo. Intentamos que participen en espacios que les permiten recrear esa red, en asociaciones vecinales o estudiantiles, por ejemplo. Todo ello ayuda a ir tejiendo de nuevo esas relaciones. Hemos ido consiguiendo que los que están alrededor, personas e instituciones, permitan que estas personas formen parte de nuestra comodidad.

-¿Qué papel tiene cada persona en estos procesos?

-Hay varios. El primero y más importante, estar abierto a los otros, sin prejuicios, intentar entenderlos. Con demasiada frecuencia nos llegan mensajes nocivos, como el del yihadismo por ejemplo, en todas las comunidades hay personas más fáciles y más complejas, por no hablar de buenos y malos. De otro lado, precisamente, no aceptar cualquiera de estos mensajes. A veces, nos llegan pequeñas píldoras que, sin darnos cuenta, nos acaban convirtiendo en racistas sin saber muy bien cómo. Tenemos que tener pensamiento crítico. El enemigo no es la persona que nos llega, ellos son solo las víctimas. No solo hay que apelar a la solidaridad, sino a la responsabilidad que cada persona tiene para hacer que este mundo sea mejor. Y por último tener un poco de memoria. Hay muchas cosas que nos espeluznan de los otros, que las hacíamos nosotros no hace tanto tiempo, sobre todo en cuanto a usos.

-¿Y qué papel cumplen los gobiernos e instituciones?

-Yo soy muy exigente con ellos. Creo que los países europeos son países privilegiados y no pueden estar defendiendo durante años valores y a la primera de cambio renunciar a ellos porque no te vienen bien. Uno tiene unos valores y hay que ser consecuente con ellos. No se puede apoyar a cualquier gobierno porque te sea útil y evite que lleguen los que no quieres. La firma de un acuerdo como el de Turquía, con un país que no aseguraba los derechos de sus ciudadanos es una dejadez de una responsabilidad por parte de Europa totalmente egoísta. "Como no quiero que me lleguen, pago y me libro de esto", piensan. Usted no puede hacer eso. Usted ha dicho que defiende los derechos humanos y se ha comprometido a dar protección internacional a aquellas personas que lo necesitan.

-¿Hacia dónde se dirige el futuro?

-Si no conseguimos cambiarlo, el futuro va hacia ser más fortaleza, ser más egoístas e intentar no ver lo que pasa.

-¿Qué opinión le merece una organización como Hogar Social Madrid, con valores contrapuestos a los suyos?

-Es el fracaso de una sociedad. Nunca he entendido lo de "nosotros primero y el resto después". Me crié con la convicción de que todos somos iguales y creo que nacer en un sitio u otro es pura casualidad, eso no puede marcar la vida de nadie, ni hacerle superior o inferior que otros. La idea de que hay nadie más que nadie va contra mis creencias y contra las de organizaciones como ACCEM. El mirar solo a sí mismo, además de ser una visión reducida del mundo, no lleva a nada. Nosotros podemos querer ignorar lo que pasa al otro lado, pero si ese otro lado no mejora, si no conseguimos que haya menos desigualdad, con el paso del tiempo, nos volveremos iguales. No es posible mantener un mundo tan injusto.

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