Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un búnker conquistado por el arte

Una vieja instalación berlinesa de la II Guerra Mundial renace como museo innovador que acoge la colección Feuerle, integrada por delicadas piezas asiáticas

Escultura de Zeng Fanzhi, el artista chino más cotizado del mundo, en el museo. // FdV

Un lugar destinado a protegerse de las bombas durante la II Guerra Mundial renace ahora como un espacio conquistado por el arte. Berlín acoge en un reconstruido búnker de telecomunicaciones de la II Guerra Mundial a un nuevo museo privado de 6.480 metros cuadrados en el barrio multicultural de Kreuzberg que es una invitación a un viaje apasionado y apasionante a creaciones artísticas asiáticas. Es, también, la cristalización de un sueño muy particular del historiador de arte y coleccionista experto en Asia Désiré Feuerle: ofrecer al público la posibilidad de acceder entre muros de dos metros de grosor a una colección muy personal en la que conviven desde joyas del arte antiguo del sudeste asiático hasta piezas de mobiliario imperial chino pasando por obras de creadores contemporáneos como Anish Kapoor y Zeng Fanzhi.

El museo, abierto desde ayer, se puede visitar previa cita por Internet y en grupos de 14 personas como máximo, a 18 euros por cabeza.

"The Feuerle Collection" tiene su primera estación en "The sound room". Domina la penumbra. Olviden los teléfonos móviles. El umbral perfecto para acostumbrar los cinco sentidos a lo que vendrá después. Calmándolos. Ahí, entre sombras, laten los tonos minimalistas escoltados por silencios elocuentes del compositor John Cage. El entrenamiento sensorial está cronometrado: 3 minutos y 20 segundos. Listos para entrar en universos muy distantes de los que dejamos más allá de ese hormigón nacido para resistir bombardeos y que el coleccionista Feuerle escogió tras meses de exploración. No es un museo al uso: es una experiencia a la que el arquitecto minimalista británico John Pawson ha dado forma. El fondo lo constituye un viaje en el tiempo que incluye, por el mismo precio, un viaje al interior de cada visitante. Dos salas de exposiciones y "The sound room" son el cuerpo central del museo, completado en la planta baja por "The lake room", un espacio de 2.400 metros cuadrados con un lago que responde al concepto de suministro de energía sostenible y que proporciona casi toda la energía necesaria para todo el museo.

Más "The incense room", minimalismo y espiritualidad en estado puro para realizar una recreación de la ceremonia del incienso, una disciplina china que se remonta más de 2.000 años a la dinastía Han, y que, mediante la absorción de la energía de los buenos olores, permite observar el cuerpo y la mente.

Crear la atmósfera adecuada incluye conseguir la temperatura perfecta, tarea nada sencilla si tenemos en cuenta el origen de la construcción, que pasó de ser un sitio adusto y funcional a una escultura en sí misma que responda al concepto que Feuerle llama "Gesamtwerk": la obra integral. Eso significa un aprovechamiento de los espacios que no tiene nada que ver con los museos convencionales: aquí cada pieza respira una independencia audaz y se defiende de la catalogación excesiva con una llamativa ausencia de carteles o panales que la expliquen. Dicho de otro modo: el arte habla por sí solo, es autónomo de las etiquetas, vive el instante preciso en el que es descubierto por el visitante. Y lo escucha al tiempo que lo ve. El arte antiguo que nace en el presente al sentir el contacto con la mirada de quien entra en contacto con él por primera vez. Con su misterio y su lenguaje sin intermediarios. Si alguien desea más información sólo tiene que pedirla a los guías. Sin imposiciones. Desde un silencio casi monacal. Y es que Feuerle había imaginado en un principio que su colección se ubicaría en un monasterio.

El museo como zona de conversación entre diferentes períodos y culturas, permitiendo una percepción alternativa de la antigüedad y desarrollando una nueva perspectiva de las obras de arte, que conduce a los visitantes a una experiencia sinestética.

Hay dentro de la colección una armónica fusión de piedra, bronce y esculturas de madera Khmer de los siglos VII al XIII con muebles de laca y piedra de la China Imperial y mobiliario escolar chino de madera y piedra de la Dinastía Han a la Dinastía Qing, del 200 a.C. al siglo XVIII. A esas piezas se les unen trabajos de artistas contemporáneos como Cristina Iglesias y James Lee Byars. El mobiliario imperial chino de piedra se alía con los trabajos de Adam Fuss, y se puede contemplar junto a obras de Nobuyoshi Araki. Todo al servicio de la visión de Feuerle: "Para mí, todas estas piezas de mobiliario son esculturas". Un coleccionista que fue pionero en yuxtaponer arte antiguo y arte contemporáneo a través de exposiciones innovadoras en los años 90, como "Eduardo Chillida y los reposacuellos de las dinastías chinas Ming y Song", y "Rosemarie Trockel y los instrumentos científicos". Su sueño se ha hecho realidad en Berlín.

Compartir el artículo

stats