Los osos cavernarios (Ursus spelaeus) que vivían en el norte de España practicaban el homing, es decir, volvían a casa para hibernar. La fidelidad a sus cuevas que los osos de Galicia y Navarra mantuvieron de generación en generación durante miles de años jugó un papel importante en la extinción de la especie, según un estudio que publica la revista "Molecular Ecology" y que lidera Gloria González Fortes, investigadora española que actualmente trabaja en la Universidad de Ferrara (Italia).

La excesiva dependencia del oso cavernario de su cueva de origen explica también por qué en las cavernas estudiadas -cuatro de O Courel: Eirós, Linares, Arcoia y A Ceza, y la una quinta en Navarra: Amutxate- existe un solo linaje exclusivo. "El estudio se basa fundamentalmente en el análisis del genoma mitocondrial de osos cavernarios del Pleistoceno superior. Los osos cavernarios volvían a sus cuevas natales para hibernar y dar a luz a sus crías. Mantuvieron la fidelidad a estas cuevas de generación en generación durante miles de años. Los osos pardos ya eran más flexibles en cuanto a sus lugares de hibernación, de hecho, no se observa ninguna asociación entre el linaje genético y el yacimiento arqueológico", declara a la agencia SINC la investigadora científica española.

Entre las especies de oso existentes hoy, la capacidad de volver a su lugar natal se ha observado en el oso americano. En el pardo no hay datos que indiquen ese comportamiento. Sin embargo, ambas especies son más flexibles que los osos cavernarios para los periodos de hibernación, ya que no necesariamente los pasan en cuevas.

"Nuestro estudio ha podido demostrar, a partir de datos genéticos extraídos de muestras fósiles -algunas de ellas de más de 50.000 años de antigüedad-, que existió una diferencia de comportamiento entre osos pardos y cavernarios en este aspecto", añade.

El oso cavernario se extinguió hace unos 24.000 años. Por eso, lo poco que se sabe de su comportamiento se ha deducido a través del estudio de los restos fósiles que han quedado en cuevas. "A partir de la extracción y secuenciación de los genomas mitocondriales completos de 33 osos cavernarios y 16 osos pardos, pudimos estudiar sus relaciones filogenéticas y entonces fue cuando encontramos la asociación entre los linajes de osos cavernarios y sus cuevas de origen", apunta la científica.

La explicación sobre por qué se comportaban de esta manera es compleja, ya que implica mecanismos sociales y de aprendizaje que habrían permitido a las crías reconocer su lugar de nacimiento y volver a él para hibernar y criar durante la vida adulta.

"Prácticamente observamos que en cada una de las cuevas estudiadas hay una 'familia' de osos cavernarios, en el sentido de que todos los individuos procedentes de la misma cueva están emparentados por vía materna, y que ese linaje familiar se mantiene fiel a la misma cueva durante milenios", afirma.

Aurora Grandal, científica de la Universidad de A Coruña y coautora del estudio, financiado por un proyecto de investigación de la Xunta, añade: "Esto también implicaría que estos osos realizarían una hibernación colectiva, como se podía hipotetizar en aquellas cuevas que conservan la superficie de habitación original y presentan numerosas camas de oso".

Los osos pardos actuales tienen un comportamiento muy territorial: las hembras poseen territorios más pequeños y los machos ocupan territorios mayores, que abarcan los de varias hembras.

La dependencia es un factor que no existe en el oso pardo y que podría ser clave para explicar la extinción de los cavernarios y la supervivencia de los pardos, una especie filogenéticamente muy próxima a los cavernarios, que convivía con ellos en el Pleistoceno y consiguió sobrevivir hasta nuestros tiempos. "Este factor es la extrema dependencia del osos cavernario con respecto a las cuevas para criar e hibernar. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de un tiempo en el que estos animales habrían tenido que competir con el hombre en la ocupación de las cuevas", señala González Fortes.

El homing existe en otros animales que generalmente vuelven a las zonas donde nacieron para volver a reproducirse, como los salmones o tortugas marinas, pero es difícil de reconocer en un animal extinto. El estudio que lidera Gonzálex Fortes abre nuevas puertas para los estudios etológicos en especies ya desaparecidas.