Acaban de regresar de Kimbo, en Uganda, y no solo a través de fotos pueden demostrarlo. Heridas en las manos, polvo en los pantalones, zapatillas desgastadas y un cansancio impropio para la época estival. Bien podría parecen que un festival de música fue el detonante de esta situación, sin embargo ocho jóvenes gallegos apostaron por un verano diferente. Desde el pasado 20 de julio hasta anteayer, estos universitarios pernoctaron en el país africano para participar en la construcción de un colegio para los más de cuatrocientos niños de la regiones quienes, hasta ahora "estudiaban en un sitio peor que una cuadra".

Alejandro Paz es uno de estos aventureros y amante de la cooperación. Natural de Santa Uxía de Ribeira, no dudó en hacer las maletas y partir rumbo a Uganda. Sabía que el proyecto era ambicioso y muy duro, pero no le temblaron las piernas. "No sabes lo que tienen hasta que llegas ahí: sabía que su pobreza era importante, pero cuando la ve en primera persona asusta. Ahora me siento muy orgulloso; no le hemos dado algo perecedero, sino la base para su educación. Esto es lo único importante del viaje", relata el estudiante de ADE. Reconoce que el primer día fue un tanto "traumático". "La contaminación era horrible, no había carreteras, la basura se amontona por todas partes y lo peor, el antiguo colegio: era una cuadra, mucho peor que incluso las que tenemos aquí para animales, cuatro tablas a las que un mínimo viento tira", añade el ribeirense.

Sus trabajos consistieron en la creación de la primera fase del proyecto de construcción, tal y como relata uno de los organizadores de la iniciativa Antonio Legerén. "Levantamos 180 metros cuadrados de ladrillos con mucho esfuerzo y trabajo. Aquí no hay las herramientas que tenemos en Europa, por ejemplo. Para aplanar el suelo, cogíamos un gran tronco y empezábamos a rozarlo contra el suelo para dejarlo liso. La fase de pintura y acondicionamiento corresponde ahora a otros universitarios de Berlín", explica Legarén, para quien este es su quinto verano en el país de África oriental.

Una de las anécdotas más dramáticas para Alejandro Paz fue la escasez de agua en Kimbo. "Hay que caminar quilómetros para tener agua potable. Nosotros íbamos una vez al día para hacer la mezcla de cemento, pues había niños que bebían de una especie de hormigonera que teníamos. Tu quieres darle la tuya, pero es que si lo haces te vienen 500 y no tienes para todos, resultaba un poco desesperante", lamenta Paz.

Además de contribuir en su educación, estos ocho jóvenes, Gonzalo Rodríguez, Luis Miguel González, Javier Galiñares, Elías Urrutia, Miguel Iglesias, Alejandro García, Antonio Abad y Alejandro Paz y los dos directores de la iniciativa, Daniel Núñez y Antonio Legeren también ayudaron a fomentar su preocupación por la higiene. "No sabían que hay que lavarse las manos para no pillar enfermedades, ni los efectos del jabón. Muchos tenían heridas en los pies al ir descalzos, gusanos incluso. Por ello, a través de giñoles les enseñamos nociones básicas", apunta el gallego, quien espera repetir en futuras ocasiones. "Verlos con esa alegría y agradecimiento es único, no hay nada que pueda igualarlo", afirma Paz.