Cada año se tiran a la basura alrededor de 88 millones de toneladas de comida en la Unión Europea (UE). En España, el séptimo país europeo que más comida en buen estado tira, se desperdician al año 7,7 millones de toneladas de alimentos, de las cuales un 42 % proceden de los hogares.

De todos los alimentos que acaban en el contenedor de basura son los productos frescos sin elaborar los más desechados, seguidos por el pan y los cereales. Según la UE, otro 39 % del despilfarro se produce en el proceso de fabricación, un 14 % en la restauración y un 5 % en la distribución.

Y mientras una parte de la población mundial despilfarra comida, casi 1.000 millones de personas en el mundo están mal alimentadas. También aquí, en Galicia.

Este despilfarro preocupa a la Comisión Europea (CE), que esta misma semana lanzó una nueva plataforma que reúne a 70 organizaciones y que está centrada en la prevención del derroche en la cadena de valor alimentaria, la cooperación intersectorial y la promoción de buenas prácticas.

Formarán parte de esta plataforma los Estados miembros, el Comité de Regiones, el Comité Económico y Social Europeo, la FAO, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente y una lista de 37 organizaciones seleccionadas por la CE por "su experiencia en la prevención del desperdicio, su capacidad para influir a grupos de interés y la cobertura de actividades relacionadas con la cadena de valor alimentaria". Entre estas organizaciones figura la Federación Europea de Bancos de Alimentos (FEBA).

Pedro Pereira, presidente de la Fundación Provincial Banco de Alimentos de Vigo, asegura que acabar con este despilfarro es una cuestión de racionalización. "Hay que medirse antes de comprar productos alimenticios porque nos dejamos llevar por ofertas del tipo 3x2, que comercialmente están muy bien, pero que al final no aprovechamos porque al menos un paquete se queda al final de la despensa y se termina tirando", dice.

Solo el Banco de Alimentos de Vigo repartió en este primer semestre del año 600.000 kilos de alimentos, un 20% más que en el mismo periodo del año pasado, lo que tiene dos lecturas. Por un lado, denota la generosidad de los vigueses, pero por otro significa que cada vez hay más familias que dependen de la solidaridad para poner un plato de comida en la mesa.

"Está muy bien ser generoso y colaborar con nosotros en las operaciones kilo, pero también hay que aprender a no destruir la comida que no se consume", insiste. En este sentido, recuerda que los productos que estén a punto de caducarse y que no se vayan a consumir dentro de ese plazo pueden cubrir las necesidades de los comedores sociales.

Tal vez una solución sería acercar los puntos de recogida a los ciudadanos, para que les resultase más cómodo cambiar el destino de los alimentos de los que se va a desprender, cambiar el contenedor de la basura por el contenedor solidario. En este sentido, Pereira destaca iniciativas como la "Nevera solidaria", que ya funciona en distintas ciudades españolas y que consiste en unos frigoríficos situados en distintos puntos de la ciudad para que el ciudadano solo tenga que abrirlo y depositar la comida en buen estado que vaya a tirar.

Según Pereira, solo en la provincia de Pontevedra, las entidades de carácter social a las que abastece el Banco de Alimentos de Vigo, entre las que se encuentran Cáritas, comedores sociales, residencias de ancianos y centros asistenciales, atienden cada año a 25.000 personas., aunque, sin duda, son más. "No sabemos cuántas personas pasan por los comedores sociales porque es muy difícil contabilizarlas", matiza.

Muchas de estas familias se han visto abocadas a esta situación tras la crisis. "Primero se quedó en paro un cónyuge y luego el otro, y después dejaron de cobrar las prestaciones", recuerda Pereira, que vaticina que el número de familias en riesgo de exclusión continuará aumentando, ya que al paro se suma otro hándicap: la edad de muchas de ellas, demasiado mayores para lo que el mercado laboral reclama.

El despilfarro alimentario resulta aún más chocante en verano, cuando en Galicia se exalta todo tipo de productos gastronómicos. "¿Qué pasa con lo que sobra en todas estas fiestas?, ¿Dónde va a parar todo ese producto que no se consume?", se pregunta. Y lo mismo sucede con las bodas y otras celebraciones. Pereira recuerda que esta sería una gran oportunidad para dar una utilidad plena a estos alimentos.

Pereira tiene confianza en que este nuevo esfuerzo de la CE logre reducir esos 88 millones de kilos de alimentos desperdiciados en la Unión Europea. "No ha sido fácil poner de acuerdo a los Estados miembros en esta materia porque países como Alemania prefieren dar dinero y no comida", explica.