El mundo de la cultura gallega se despertó ayer con la pérdida de un gran maestro del humor gráfico y un dibujante que enseñó a los demás su particular visión de la vida a través de un manejo magistral de la ironía. Fernando Quesada, nacido en Ourense pero vigués de adopción, falleció la madrugada del sábado en Vigo a los 82 años.

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Quesada en su exposición. // FdV

Hoy a las 16.45 horas se celebrará en la capilla del tanatorio Vigomemorial de Vigo, donde quedó instalada ayer la capilla ardiente del humorista gráfico del diario decano, un acto litúrgico previo a su incineración. Asimismo, mañana lunes, a las 19.00 horas, monseñor Alberto Cuevas oficiará el funeral en su parroquia viguesa de Nuestra Señora de La Soledad. Personalidades de la cultura y la sociedad viguesa pasaron por el tanatorio a lo largo de la tarde para dar el último adiós al artista y acompañar a sus hijos y hermanos en estos momentos tan difíciles.

Todas las personalidades con las que contactó este periódico mostraron su profundo pesar por la pérdida de la persona, a la que definieron como "entrañable", y un vacío total por la desaparición del artista, maestro del humor gallego.

El antídoto de Quesada fue el humor, su particular retranca en la línea de Castelao que tanto define la identidad de los gallegos. "Le echaba humor a la vida, cualquier desgracia la combatía con humor y así salía de todo", asegura Yayo Quesada, hijo menor del artista.

Asistentes a la capilla ardiente de Fernando Quesada en el tanatorio Vigomemorial. // Adrián Irago

Quesada siguió dibujando prácticamente hasta que falleció, nunca dejó de tener el hábito de coger el lápiz para dibujar. "Nosotros le dábamos su carpeta y él dibujaba; lo que pasa es que él creía que estaba haciendo alguna cosa, y en realidad, la enfermedad no se lo permitía", apunta Yayo. "El primer recuerdo de mi padre es estar en su colo, sentado en su rodilla y él dibujando. Yo era el pequeño de los seis hermanos y estar así en su estudio es lo que más recuerdo de cuando era niño", cuenta.

Yayo afirma que lo más le gustaba a su padre era dibujar en su estudio con música, salir con sus hermanos y el fútbol, sobre todo el "Celtiña". Quesada compartió su vida con la pintora Ana Legido, fallecida en 2012: "Estaba tremendamente enamorado de mi madre, era su apoyo, estaba totalmente encandilado con ella". "Ahora, vuelven a estar juntos".

"Su modo de vida era levantarse y empezar a leer los periódicos, primero iba a trabajar a la Aduana y al volver, después de la siesta, se ponía con el chiste. Era muy bonito porque hacía dos o tres y siempre nos consultaba a la familia para elegir uno. La verdad es que casi siempre nos hacía caso. Y eso era así día tras día, pasase lo que pasase, seguía con ese ritmo", asegura el hijo del dibujante.

"FARO era su segunda familia, siempre estuvo muy agradecido al periódico porque desde la primera entrevista que tuvo le dieron la oportunidad de publicar una viñeta sin ser él dibujante", recuerda su hijo menor. Quesada rechazó trasladarse a Madrid y colaborar con la revista "La Codorniz" para seguir en Vigo, donde estaba su familia, y no dejar sus viñetas en el diario decano.

Quesada empezó pintando a mano postales navideñas a los nueve años junto a su hermano Jaime, pintor fallecido hace unos años, que vendían para ayudar económicamente a su madre en la posguerra. Pero la pintura todavía no le llamaba la atención, como sí a sus otros hermanos. "Una vez que estuvo asentado como viñetista, sí que empezó a pintar también con mi madre", cuenta Yayo, que también es artista. Su carrera empezó casi por empeño de su padre, que cuando él tenía cerca de veinte años le pidió un dibujo en una exposición. "Le hice un retrato y a partir de ahí me dijo que si le hacía un dibujo al día me daba quinientas pesetas", rememora Yayo. Poco a poco la pintura le fue interesando: "Aprendí de estudio en estudio, con mis tíos y con mi hermana".