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La integración con la máquina en su máxima expresión

El lado humano del hombre biónico

La noche en la que Hugh Herr, último premio "Princesa", les contó a sus dos hijas pequeñas cómo perdió las piernas por una imprudencia

Su desarrollador, sentado y con las dos prótesis puestas.

A Hugh Herr le gusta decir: "De la mitad de mi cuerpo para arriba soy arterias, venas y sangre que circula por las mismas. La parte de abajo está formada por titanio, silicio, tornillos, microchips, software, hardware?". Hugh Herr, premio "Princesa de Asturias" de Investigación Científica y Técnica 2016, ha llevado la integración hombre-máquina a su máxima expresión. En estas páginas hablaremos del hombre y de la máquina, prestando especial atención al hombre, al lado humano del hombre biónico.

Con tan sólo 17 años, Hugh Herr era considerado un prodigio de la escalada. Su afán de superación le llevó a intentar la ascensión al Monte Washington, en New Hampshire (Estados Unidos), una de las más difíciles del mundo. El mal tiempo le obligó a retroceder junto a su compañero Jeff Batzer. Acabaron en un glaciar donde tuvieron que pasar tres noches y soportar temperaturas de hasta -29ºC. Como consecuencia de la congelación, las piernas de Herr tuvieron que ser amputadas a la altura de las rodillas. Esas duras noches, mientras las piernas se congelaban, la Ciencia comenzaba a ganar un nuevo genio. El genio diseñó sus propias piernas biónicas, unas piernas controladas por la mente y dotadas además de inteligencia que imitan a la perfección la locomoción humana.

La familia de Hugh Herr

Natural de Lancaster (Pensilvania), Hugh Herr (1964) es el menor de una familia de cinco hermanos. Él y Patricia Ellis Herr son los padres de dos niñas: Alex (13 años) y Sage (11 años). Con Patricia no sólo tiene en común dos hijas. A los dos les gusta la "evolución humana". Con un máster en Antropología por la Universidad de Harvard, Patricia parece interesada en los antepasados del "Homo sapiens". Al ingeniero Hugh, sin embargo, le gusta más mirar al futuro, hacia ese "Homo tecnologicus" en cuyo diseño ha tenido mucho que ver.

Hugh y Patricia también comparten la pasión por la Naturaleza, la montaña, el senderismo... Y esa pasión se la han transmitido a sus hijas. Patricia es la autora del libro "Up: a mother and daughter´s peakbagging adventure", en el que narra sus aventuras ascendiendo a las montañas con sus dos niñas, unas aventuras que empezaron cuando su hija mayor, Alex, tenía 5 años.

Reina de las montañas

Viajamos en el tiempo a agosto de 2008. Alex, la hija mayor de Hugh Herr y Patricia Ellis Herr, tiene entonces 5 años. La fortaleza física y mental de Alex es enorme, al igual que su pasión por el senderismo y la montaña. Describe entusiasmada sus aventuras a cualquier persona con la que se encuentra, hace dibujos de figuras humanas en lo alto de una montaña y comenta sonriendo "ésta soy yo".

El dominio de las montañas por parte de la pequeña Alex lo tradujo en un peligroso sentido de invencibilidad. Durante las bajadas se relajaba por completo, sus niveles de precaución previos parecían habérsele olvidado y descendía alegre saltando por encima de las rocas.

Precaución

Patricia no es una persona obsesionada con un excesivo cuidado y control de sus hijas mientras juegan. "Si quieren correr y saltar por las rocas en un parque, está bien. Si quieren subir a los árboles y colgarse de las ramas, está bien€", afirma. Ella es de la filosofía de que los niños necesitan desarrollar sus habilidades motoras y definir sus propios límites físicos. En la montaña, sin embargo, las cosas son muy diferentes. Un fallo o una caída pueden tener consecuencias drásticas.

Patricia quiere inculcarle a su hija Alex la noción de peligro: "Estoy feliz de que Alex, una niña de tan sólo 5 años, se sienta orgullosa de sí misma. Pero yo quiero que entienda que se puede romper una pierna tan fácilmente como cualquier otro niño. Ella necesita hablar con alguien que ha estado en su posición.

Alguien que también era un atleta fuerte a una edad muy joven. Alguien que, en su juventud, también pensó que era indestructible y terminó pagando un precio enorme por su exceso de confianza. Ella necesita hablar con su padre. Es hora de que Hugh explique a sus hijas cómo perdió sus piernas".

Lecciones de la vida, de padre a hijas

Y llegó el momento, era la oportunidad apropiada para explicarles a sus hijas por qué su padre "no tenía piernas de las rodillas hacia abajo". Sus hijas, quizá demasiado pequeñas, nunca se lo habían preguntado, a pesar de que muchas mañanas le ayudaban a colocarse las prótesis biónicas. "Lo veían como algo normal, supongo que habrán pensado que algunas personas tienen piernas y otras no, y su padre entraba en la segunda categoría", relata Patricia.

Así que finalmente Patricia Herr sentó a sus hijas Alex (5 años) y Sage (3 años) en el sofá de su casa y pidió a Hugh que les relatase la historia de aquel terrible accidente en 1982 en el monte Washington. Se trataba de esa trágica historia que Hugh tantas veces tuvo que revivir para trasladarla a la prensa, científicos, patrocinadores€ La historia que está bien documentada en el libro de Alison Osio titulado "El segundo ascenso. La historia de Hugh Herr".

Pero esta noche es diferente. Su audiencia no será la BBC o "The New York Times". Esta noche su audiencia serán sus hijas, a las que tanto quiere. Es un momento muy especial y también muy duro para todos. Las dos niñas se sientan una a cada lado de su padre. Aquí relatamos parte de ese enternecedor diálogo:

-Hugh: Cuando tenía 17 años, un amigo yo escalamos el monte

Washington en invierno.

-Alex: ¿En qué mes?

-Hugh: Enero.

-Alex: ¿Por qué escalabas en enero? ¿No estaba muy frío?

-Hugh: Hice un montón de escaladas en hielo en aquel entonces. Me encantaba. Empecé escalando en hielo cuando era sólo un poco mayor que tú eres ahora, cuando tenía 7 años. Pasé la mayor parte de mi infancia escalando montañas heladas.

-Alex: Continúa, papi.

-Hugh: Era un día muy frío, nevado y con vientos fortísimos. Al llegar a la cumbre, decidimos caminar unos metros sobre el hielo entre árboles, un lugar precioso conocido como el jardín del hielo. Unido al temporal, había también una niebla intensa que casi nos impedía ver. En esas condiciones extremas, decidimos dar la vuelta.

-Alex: Bien hecho, papi.

-Hugh: Desafortunadamente, no llevábamos brújula. Nos desorientamos sobre el hielo, comenzamos a caminar en dirección opuesta y acabamos en un glaciar.

-Alex: ¿Y qué pasó?

-Hugh: Allí estuvimos tres días y sus respectivas noches. Vinieron a rescatarnos. Una de los voluntarios murió durante el rescate. A mí se me congelaron las piernas. Como consecuencia de ello, semanas más tarde los médicos tuvieron que amputármelas.

-Alex. ¿Qué significa "amputar?

-Hugh. Significa cortar. Tuvieron que cortarme las piernas a la altura de la rodilla.

Alex rompió a llorar y empezó a darle besos a su padre. Le siguió Sage. Patricia y Hugh las tranquilizaron. Siguió la conversación.

-Alex: ¿Y no te dolió mucho cuando te cortaron las piernas?

-Hugh. No me dolió porque las tenía anestesiadas, dormidas, pero le dolió a mi familia que estaba despierta€ Y a mí todavía me siguen doliendo de vez en cuando, es como si sintiese dolor en el lugar donde debería estar una pierna que ya no existe. Los neurólogos lo denominan dolor del miembro fantasma.

Se hizo un silencio. Las niñas parecían pensativas. Habían aprendido la lección: un error en la montaña puede tener consecuencias muy graves. "Fue una lección muy dura para mí y para ellas, pero me sentí obligado a contársela para evitar males mayores", concluye Hugh.

Las lecciones continúan:el Camino de Santiago

Quizás usted haya hecho el Camino de Santiago. Imagínese despertar en un albergue, compartiendo una habitación con 20 camas con peregrinos de diferentes nacionalidades. De repente en la cama de al lado se levanta un hombre doblemente amputado y se coloca la terminal de unas prótesis muy sofisticadas, más propias de una película de ciencia ficción. Ese hombre es un destacadísimo investigador del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Se llama Hugh Herr y es líder mundial de la biónica.

Si usted pone cara de asombro, es que no ha tenido la fortuna de vivir esa experiencia, pero sí otros peregrinos. En el año 2013 Hugh Herr hizo varias etapas del Camino de Santiago, las que sus obligaciones laborales le permitieron. Su intención era acompañar a Patricia, Alex y Sage, que sí realizaron el camino completo. En aquel entonces las niñas tenían 10 y 8 años, respectivamente, y caminaban una media de 21 kilómetros diarios.

Hugh me había advertido de su estancia en España y cenamos un día junto con su familia y la mía en Mansilla de las Mulas, al término de una de las etapas. Me sorprendió que no se alojasen en hoteles.

Hugh me explicó que en la vida no sólo es importante la meta, sino también el camino. El camino está lleno de enseñanzas muy valiosas y alojarse en albergues le permitía compartir experiencias con otros peregrinos. Se sentía muy afortunado de ello. Creo personalmente que los otros peregrinos eran aún más afortunados. ¡No todos los días un peregrino tiene la oportunidad de despertarse al lado de un referente mundial de la tecnología y recibir una lección magistral, una lección de ciencia y tecnología € ¡y también de humanidad!

Del Camino de Santiago a la maratón de Boston

El 15 de abril de 2013 Hugh Herr todavía se encontraba con su familia en el Camino de Santiago. Lo que empezó como una jornada de peregrinación agradable terminó siendo uno de los días más tristes de su vida. Sus colegas del MIT y amigos le llamaron para informarle del terrible atentando en la maratón de Boston.

Cuando Hugh regresó a Boston se encontró con un panorama desolador: familias destrozadas tras haber muerto alguno de sus seres queridos, heridos en los hospitales€ En un centro de rehabilitación se encontró con Adrianne Haslet-Davis, una alegre bailarina que perdió su pierna izquierda en el atentado.

Ella le explicó que el baile era su vida y que ahora sentía especial tristeza. Hugh Herr entendía mejor que nadie sus sentimientos, él había pasado por una experiencia similar. Durante casi un año, el genial investigador sacrificó días y noches estudiando la anatomía de la danza, los huesos y músculos que intervienen en la danza de una persona sana. Basándose en esos estudios, Hugh Herr diseñó una pierna biónica para Adrianne especialmente adaptada al baile. ¡En el año 2014 Adrianne volvió a bailar!

Una carrera por el lago Walden

Volvemos atrás en el tiempo. Son las 8 de la mañana de un frío día de enero de 2011 (el termómetro marca -10ºC ) cuando Hugh Herr me recoge a la puerta del MIT con su coche particular. Me había invitado a correr alrededor del lago Walden, uno de sus sitios predilectos para la carrera. Me sorprende que su coche no tiene adaptación alguna para discapacitados. Durante el trayecto me comenta que, a través de la pierna biónica, su cuerpo recoge información del exterior en forma de vibraciones y es esto lo que le confiere la sensibilidad necesaria para acelerar o frenar adecuadamente.

Llegamos al lago. Sobre un terreno irregular, ligeramente helado y resbaladizo, Hugh Herr se defiende a las mil maravillas. Y es que sus prótesis biónicas, además de ser controlables desde el cerebro, también están dotadas de inteligencia, siendo capaces de detectar irregularidades en el terreno y balancearse y equilibrarse automáticamente. Tras 45 minutos de carrera, Hugh Herr sigue pletórico, pero mi cuerpo ya no da para mucho más. Decidimos parar. ¡Me ha vencido! Antes de la carrera, Hugh era para mí un héroe. ¡Después de la carrera es doblemente héroe!

Una tragedia en la montaña le costó a Hugh Herr ambas piernas. Los médicos le dijeron que nunca más podría correr ni escalar. Y nunca lo hubiese hecho con las prótesis que entonces le implantaron. Su espíritu de superación y su gran dominio de la tecnología le llevaron a diseñarse unas privilegiadas piernas biónicas que le permiten volver a caminar, correr y escalar€ en definitiva, ser el de antes. Como a él le gusta resaltar: "No hay seres humanos discapacitados, sólo hay tecnología discapacitada".

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