Un adulto mira a un recién nacido y gesticula para atraer su atención. Abre la boca, saca la lengua y, de repente, la criatura parece devolver el guiño. O quizá no. Un nuevo estudio tira por la borda la teoría de que los niños de pocas semanas imitan nuestros gestos. Pero, aunque su reacción es fruto de la curiosidad, la capacidad de imitar se aprende con el tiempo.

Durante décadas, la literatura científica ha afirmado que los recién nacidos son capaces de imitar, desde sus primeras semanas de vida, gestos o expresiones faciales, movimientos con las manos o sonidos vocales. Sin embargo, basándose en nuevas pruebas, un equipo de investigadores revela en la revista Current Biology que no es así.

Después de estudiar a los bebés en repetidas ocasiones durante sus primeros dos meses, científicos de la Universidad de Queensland (Australia) no encontraron ninguna evidencia de que los niños tan pequeños sean capaces de imitar.

"Numerosos estudios realizados en los 80 y 90 indicaron la ausencia de imitación por parte de los recién nacidos, mientras que otros afirmaban que era posible", explica Virginia Slaughter, autora principal del trabajo.

El objetivo fue aclarar la confusión, ya que la capacidad de imitación a las pocas semanas de vida aparece no solo en los campos de la psicología, la neurología y la pediatría, sino también en numerosas fuentes de consulta para los padres.

Pero si los bebés no pueden imitar, entonces, ¿por qué tantos estudios dicen lo contrario? Para Slaughter, la principal limitación de los trabajos anteriores es que los investigadores analizaban un número limitado de gestos. "En la mayoría solo probaron las respuestas del niño a un adulto que empuja hacia fuera la lengua y la abertura de la boca".

Los científicos medían los niveles de protrusión lingual (sacar la lengua) y abertura de la boca antes de que el adulto hiciera nada y luego evaluaban los cambios después de uno de esos dos gestos.

Los bebés empujaban la lengua hacia fuera más después de ver la lengua de un adulto en comparación con abrir la boca. Sin embargo, los investigadores no hicieron que los adultos realizaran gestos o expresiones adicionales para ver si los niños estaban realmente imitando la conducta del adulto.

"Si los bebés también aumentan su protrusión lingual cuando un adulto simula una cara de felicidad o señala con un dedo, entonces no es un caso de imitación, probablemente sea la emoción al ver a un adulto hacer algo interesante", añade Slaughter.

Los autores de este nuevo trabajo decidieron eliminar este problema mediante la evaluación de las respuestas del niño a una amplia gama de estímulos. Así, los expertos presentaron las reacciones de 106 lactantes a las 1, 2, 6, y 9 semanas de edad.

Los resultados fueron bastante claros: los bebés no imitan cualquier conducta que observan. Es más, en respuesta a los gestos de los adultos que veían, había las mismas probabilidades de que realizaran un gesto diferente como de producir una coincidencia.

Slaughter apunta que este resultado no es lo que habían previsto. De hecho, su propósito era examinar si las diferencias en la imitación entre los niños pequeños podrían predecir otros aspectos del desarrollo social.

La capacidad de imitar se aprende con el tiempo

Los hallazgos publicados esta semana sugieren que la imitación no es un comportamiento innato, sino que se aprende en los primeros meses de vida. De hecho, los bebés pueden aprender a imitar basándose en la observación de otras personas imitándoles.

"Una posibilidad es que el ser imitado desempeñe un papel en esta adquisición", subraya la experta. "En otro estudio realizado en nuestro laboratorio, se encontró que, de media, los padres imitan a sus bebés una vez cada dos minutos. Este puede ser un medio bastante potente por el cual los niños aprenden a vincular sus gestos con los de otra persona".

Los investigadores están ahora analizando los datos adicionales de su estudio longitudinal, que se extiende durante el segundo año de vida. Su intención es de y qué factores pueden contribuir a la aparición de esta habilidad.