La carrera cinematográfica de Paco León es muy interesante: aunque se mueva por los bordes de la industria, su repercusión siempre acaba siendo superior a su producción. Le ocurrió con sus dos primeras películas (la notable "Carmina o revienta" y la desigual "Carmina y amén") y ahora le vuelve a pasar con "Kiki, el amor se hace", en la que cuenta cinco historias sobre sexo y sus alrededores parafílicos. Se apoya León en un reparto extensísimo, de talento probado, y con eso ya tiene suficiente para empezar: en comedia tanto Belén Cuesta, Luis Callejo, Alexandra Jiménez, Candela Peña, Natalia de Molina o él mismo funcionan desde el principio.

Y lo mejor es que su estructura de historias, procedente de un remake de una película australiana, desafíe a anteriores experimentos de este estilo y funcione también. Los, por ejemplo, Candela Peña, con su rollo agresivo-festivo; Natalia de Molina, con sus locuras de cama publicitaria; o Luis Bermejo y su asombro ante un sexo que no entiende bien, se integran y se desdoblan, se encajan y completan una película gozosa, de un verano que parece que no nos acaba de llegar, ya en abril. Hay que celebrar que Paco León siempre se plantee retos y salte de proyecto en proyecto con una sola idea en la cabeza: la sorpresa.