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"El problema de la vejez empieza a los 17 años"

"Mis padres me trataron amablemente duro, sin bofetadas", asegura Abadía

Leopoldo Abadía saluda a un admirador durante la firma de ejemplares de su libro. // Ricardo Grobas

Leopoldo Abadía sorprendió ayer en Club FARO cuando señaló ante el público que "el problema de la vejez empieza a los 17 años. Los padres debemos cuidarlo mucho", en referencia a hacer cómodos a los jóvenes en sus aspiraciones presentes y de futuro.

Para que se entendiese esta máxima, facilitó varios ejemplos que recibieron el respaldo de los asistentes por su gracia y acierto.

"A un chico de 17 años, que era compañero de uno de mis hijos, le pregunté: '¿Qué vas a estudiar?' .'Capitán de barco porque no se pega ni golpe', me contestó. Que la ilusión de un chaval sea no pegar ni golpe es tristísimo", criticó este ingeniero metido a escritor y famoso.

Otro ejemplo fue el de un padre que hablaba de su hijo. De éste, el progenitor comentaba que "él dice que estudiará lo que yo le diga en cuanto le garantice un puesto de trabajo". Abadía apuntó que "este chaval nació pre parado". En estas últimas dos palabras, realizó un juego entre estar parado, sin empleo, y la preposición pre.

Para Abadía, a los jóvenes "hay que animarlos un poco. La culpa a veces es nuestra. Hay que ganarse la vida por el mundo, por cualquier barrio, Shangai, Singapur", apuntó en referencia a la aldea global de McLuhan de la primera parte de su discurso.

Para que los jóvenes encuentren su camino, recomendó que estudien fuera de la ciudad paterna como hizo él. "Una cosa muy buena que hicieron mis padres fue mandarme a estudiar fuera de casa. Fue una bendición. Iba justito de dinero, pero aprendía a gastar el dinero de forma normal y también me divertía. Eso de la España en blanco y negro... también tenía colorines, como ahora", recordó.

Respecto de la educación recibida de sus progenitores, hizo memoria y se sinceró confesando que "mis padres me trataron amablemente duro. No había bofetadas, pero sí cierta dureza. Yo sacaba muy buenas notas en el colegio, llegaba a casa a estudiar y mi madre se ponía en frente a tomarme la lección. Si fallaba, me decía que estudiara más. Así, en los siete años de bachillerato, saqué matrícula de honor una tras otra. Con esto, quiero explicar que me ensañaron a trabajar duro", lo que no quiere que se confunda con explotación.

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