"Brooklyn" parte, al igual que la admirable "Carol", de un notable original literario que no tiene en su argumento el punto fuerte. La historia en ambos casos es muy sencilla, de desarrollo lineal y personajes corrientes, incluso vulgares en algunos aspectos. Pero el estilo literario, la profundidad psicológica y el poder evocador de unas palabras hilvanadas con sensibilidad e inteligencia logran que ese punto de partida alcance la categoría de arte. En el caso de "Carol", Todd Haynes se esmera en dotar a su historia un envoltorio estético que haga honor a la propuesta literaria. No ocurre lo mismo con "Brooklyn": es una película muy correcta, notablemente interpretada y que obtiene una nota alta en todos sus aspectos técnicos, pero el apagado y por momentos insípido trabajo del director impide que la narración trascienda de la mera anécdota y los elementos más previsibles, que convierten a algunos personajes en rancios estereotipos, hacen que la historia discurra por unos cauces muy estrechos en cuanto a fluidez cinematográfica. Parece evidente que el guionista y estupendo novelista Nick Hornby ha hecho un trabajo de condensación conveniente y que ha despojado al texto de Colm Toibin de cualquier exceso melodramático o sentimental. Lo que queda es una película iniciática sobre una mujer que huye de un entorno asfixiante para madurar y hacerse independiente en nuevos horizontes, pero su evolución, a pesar del denodado esfuerzo de la actriz, se queda a medio camino por la debilidad de las imágenes, con un romance desvaído, unas peripecias sin demasiada garra y un regreso final a los orígenes resuelto con escaso convencimiento.