Roberto Álvarez , de 60 años, es un actor de amplio recorrido en todos los terrenos: cine, televisión y teatro. En estos momentos está cosechando un amplio triunfo en los escenarios con la versión teatral de la galardonada película "El discurso del rey", obra dirigida por Magüi Mira.

Roberto Álvarez interpreta en la obra a Lionel Logue, el célebre terapeuta que ayuda al rey Jorge VI de Inglaterra a mejorar sus capacidades con el habla a las puertas de la Segunda Guerra Mundial.

El veterano actor reflexiona sobre la obra, el teatro y la conexión entre "público y oficiantes", o sea, los actores. Y sobre el enrevesado momento político.

-Magüi Mira dice que un hombre sin palabra es un hombre sin poder.

-Y más en aquella época. El rey, como ahora, era un cargo de representación. Su posible virtud era dirigirse al pueblo y que se sintiera representado en él. Esta capacidad de representación solo era con la palabra, muy vinculada a la radio, que estaba de moda. Y esta capacidad la tenía limitada para transmitir su discurso.

-Seis sillas y una butaca en escena frente al "aparato" que se vio en premiado filme ?

-Bueno, como en toda película. En el teatro se sustituye la realidad por la imaginación y en esto Magüi es una maga. Y ha conseguido que no salgamos de escena durante una hora y cincuenta y pico minutos de representación.

-¿Y eso cómo se hace?

-Vamos recreando los espacios a través de objetos, los propios personajes e intentado involucrar al espectador en un espacio imaginativo.

-La directora dice que es una adaptación al lenguaje teatral. ¿Cómo es el lenguaje teatral?

-El teatro es un lugar para compartir emociones con el público. Para los actores, que somos los oficiantes, puede ser frustrante si no se consigue, o muy alentador si se produce. Es un compartir emociones. Esto es el teatro, que tiene las limitaciones que tiene.

-¿Como cuáles?

-Las limitaciones de los espacios, pero eso ocurre también en la literatura. Puedes contar una historia en un periódico y estar hablando de la guerra de Bosnia. Y qué elementos pones cuando escribes, la imaginación del espectador. Igual pasa con el teatro. En el lenguaje del cine se va al verismo, al realismo, a dárselo hecho al espectador; en el teatro se va a jugar con la imaginación.

-Usted es Lionel, el terapeuta al que en la película ponen como falso logopeda. ¿Se deja entrever algo de esta historia paralela?

-Sí, sí. Es la central. Me pasó tres veces que fui yo a la psicóloga. Llega un momento que el psicoterapeuta escarba tan dentro que cuando toca con el dedo en la llaga hay dolor y reacción, y suele ser en contra del que le trata. Esto es lo que sucede en la obra. La manera de violentar al terapeuta por parte del rey es pidiéndole su diploma.

-¿Y cómo se convirtió Adrián Lastra en Jorge VI?, no es un papel fácil?

-Obsesionado. Como es muy conocido por la TV, un taxista le dijo que no sabía que era tartamudo. Porque estaba hablando con su madre por teléfono y estaba tartamudeando. Hace uno de los grandes trabajos del teatro.

-El núcleo de la obra es la conexión entre su personaje y el de Lastra.

-Sí, la cosa más grande que te pude suceder en el teatro. Por ejemplo, un día que se ha muerto tu gato, por no poner otro ejemplo peor, y estás angustiado con una obra que es un drama. De repente te pones a llorar. Ese mismo día sale la directora y te dice que fue la peor función en que te ha visto en su vida. Y luego está ese otro día que está jugando el Sporting-Barcelona, andas saliendo y entrando a ver qué está pasando... Y, al final, va y te dice la directora que por fin ha visto a Lionel.

-¿Lionel y la reina se llevan bien?

-Ana Villa, reina madre, impresionante. Nos llevamos muy bien todos. Había tensiones entre Lionel y la reina, pero desde el amor por intentar sacar adelante a su marido. El eje real de la obra es ella. Luego los demás pivotamos, y Ana Villa está muy bien en el papel.

-La última, de política, ¿qué espera del Gobierno que llegue?

-Soy un gran activista cultural de toda la vida. Hice un resumen sobre el IVA del PSOE, Ciudadanos y Podemos, que iba del 7 al 10%. Excepto el PP, que no se pronunció sobre el asunto. Me cabe la desazón del tacticismo de los peores vodeviles teatrales que he visto, previsibles, inútiles, sin final. Todos han prometido y me temo que nada va a salir. Estamos solos el público y nosotros. Es una economía de resistencia.