Rafael Rodríguez-Ponga (Madrid, 1960) es el secretario general del Instituto Cervantes desde 2012. Tiene diez hermanos. Uno de ellos, Estanislao, fue secretario de Estado de Hacienda con Aznar. Otra, María Flavia, es directora general de Seguros en el Ministerio de Trabajo de Fátima Báñez. Rafael es filólogo, administrador civil del Estado y fue diputado por el PP. Ha ocupado distintos puestos directivos en la Administración central, incluso con gobierno socialistas. En esta entrevista habla de lo que atañe a su último destino en el Instituto Cervantes: la enseñanza y difusión de la lengua y la cultura españolas por todo el mundo y la conmemoración de la muerte del autor más universal de las letras españolas, Miguel de Cervantes, de cuyo fallecimiento se cumplirán 400 años el próximo 22 de abril.

-Imagino qué va a responder, pero ¿Cervantes o Shakespeare?

--Cervantes, está claro.

-¿Por qué?

-Para nosotros, la novela, como género literario, resulta mucho más actual. Quizá por eso Cervantes tiene una vigencia mucho mayor. Shakespeare también plantea un montón de preocupaciones morales, políticas y literarias, cómo no. Pero me quedo con Cervantes. Y también con Lope de Vega, con Calderón de la Barca... Se siguen representando, no han pasado de moda, por eso son clásicos.

-¿Y qué aporta hoy un novelista muerto hace 400 años?

-La obra de Cervantes sigue estando completamente viva, tan viva que actualmente, en el siglo XXI, se sigue traduciendo a multitud de idiomas, se siguen haciendo adaptaciones infantiles. Cuando uno ve que hay adaptaciones infantiles al hindi, al hebreo, al alemán o al árabe, se pregunta qué tienen estos niños en común para que una obra de hace 400 años siga siendo interesante para ellos.

-¿Y qué es lo que tiene?

-Pues que siendo la obra más española, la que mejor refleja el tipo español, es una obra que transmite valores universales. Los temas de fondo que plantea son universales: las contradicciones en el pensamiento, entre la locura y la cordura, la idea de hacer el bien por encima de todo, la idea de la aventura, la idea de la sensatez de Sancho Panza como contrapeso? Eso son valores universales.

-¿Si Cervantes hubiera sido un triunfador en su vida personal habría escrito igual?

-No lo sé. Quizá no triunfó en muchos sentidos de su vida, pero literariamente sí triunfó. Al menos con las novelas. No tanto en la poesía o en el teatro como él hubiera querido. Pero su vida tiene unas vivencias únicas. En Roma, Nápoles, Sicilia, la batalla de Lepanto, en Argel, en Orán, en Portugal, en una buena parte de España? Viajó, conoció otras culturas, otras lenguas. Conoció el Islam. Todo eso le permitió, a través de la gran novela que es el "Quijote", transmitir esos elementos comunes a todas las culturas; son preocupaciones humanas que 400 años después siguen conmoviendo.

-¿Cómo recomendaría Cervantes a los más jóvenes?

-Para entrar en Cervantes lo más sencillo es leer las novelas ejemplares. "La gitanilla", "El licenciado vidriera", "Rinconete y Cortadillo". Y si a uno se le hace muy largo el "Quijote" entero, hay versiones modernizadas, versiones abreviadas?

-¿Cuál es el aspecto que más le atrae de la literatura cervantina?

-La capacidad de incorporar cosas variadas y casi imprevisibles.

-¿Por ejemplo?

-Pues en el "Quijote" lo mismo hay apartados de reflexión política que de crítica literaria, o habla de una novela morisca que de otra amorosa o pastoril. Uno va pasando de una cosa a otra. A veces parece que complica la lectura, pero también la enriquece, evidentemente.

-¿Tenemos los españoles la misma querencia por Cervantes que los británicos por Shakespeare?

-No estoy seguro. Pero, en todo caso, aquí Cervantes significa mucho. Por algo el Instituto Cervantes lleva su nombre. En media España hay institutos, bibliotecas, monumentos dedicados a Cervantes. Es un personaje que está presente en la realidad española. Como Don Quijote y Sancho Panza, lo mismo. Además, hay otro fenómeno muy interesante. La obra de Cervantes tiene tal actualidad que en el siglo XXI se sigue adaptando a distintos medios. No sólo es una obra literaria, en libro; se ha adaptado a la televisión, al cine...

-Pues da la impresión de que el Reino Unido está dando más importancia a la celebración en torno a William Shakespeare que España a los actos sobre a Miguel de Cervantes.

-Nosotros hacemos todo lo que podemos. En el Instituto Cervantes, y en el Ministerio, y en los ayuntamientos implicados, de un signo político o de otro. En la medida de nuestras posibilidades estamos volcados en que esto sea un éxito. Y eso quiere decir que la gente lo conozca mejor. El 21 por ciento de los españoles se ha leído el "Quijote" completo. Pues no está nada mal. Si somos 40 millones eso quiere decir que casi la cuarta parte, casi 10 millones de españoles, se lo ha leído completo.

-¿No debería ser una cifra más alta?

-Estamos hablando del "Quijote" completo. Es una obra compleja, por bonita que sea. Yo comprendo que haya gente que prefiera versiones abreviadas o simplificadas. Lo importante no es si lo han leído todo en una edición crítica anotada y filológicamente rigurosa, sino si han captado de alguna forma lo que Cervantes quería transmitir. Creo que eso es lo más importante. La ventaja es que se puede acceder al "Quijote" de muchas maneras.

-¿Qué episodio del "Quijote" es el que más le atrae?

-La crítica literaria que hace. La quema de los libros. Cuando quema unos libros y salva otros. Más que novelista, Cervantes se convierte entonces en un crítico literario. Lo cual es también muy arriesgado, pues al mismo tiempo hace una crítica política y social, porque en ese momento sí que se quemaban libros en España, en la época de la Inquisición.

-El Instituto Cervantes pronto cumplirá 25 años. ¿Balance?

-Han sido años muy buenos para nuestra institución y para la presencia y difusión de España en el mundo. El Instituto Cervantes se ocupa de la lengua española de una manera muy amplia. Eso incluye la cultura española en toda su amplitud: su historia, su actualidad y su diversidad, incluida Asturias, evidentemente.

-¿Cuántos alumnos tienen?

-La media anual de matrícula es de 200.000 personas. No está nada mal. Pero además hay que tener en cuenta las actividades culturales y las visitas en la web, los exámenes, que están creciendo, la red de 900 centros colaboradores en los cinco continentes...

-¿Crece la demanda o decae?

-La demanda de español crece, sobre todo en Europa, donde hay muchísimo interés por el español.

-¿Por qué? ¿A qué vincula ese crecimiento?

-A nuestra cultura en sentido amplio. El español no se identifica necesariamente con España. España es sólo una parte del mundo en lengua española. Donde hay más estudiantes de español en todo el mundo es en América, en Estados Unidos (7,8 millones) y en Brasil (6 millones). ¿Y eso es porque miran más a España o a la propia realidad americana? Más bien lo segundo, evidentemente. Ahora, Francia, Italia, Alemania y Reino Unido también tienen unas cifras enormes de estudiantes de español. Que España reciba al año 65 millones de turistas influye muchísimo.

-¿Los españoles somos conscientes del potencial que tiene el español como recurso económico o seguimos acomplejados frente al inglés?

-Un idioma no compite con el otro. La enseñanza de lenguas ha avanzado tanto que una misma persona puede acabar dominando dos, tres, cuatro lenguas, con un cierto esfuerzo, pero ya no es tan difícil. Ya no es que haya que elegir una u otra. Un mismo hablante puede dominar dos o tres lenguas y, por tanto, moverse por el mundo con mucha más soltura.

-¿Qué opina del uso que el nacionalismo hace de la lengua? El catalán o el vasco como arma para segregar...

-Siempre me parece arriesgado. En Oriente Medio estamos viendo cómo se usa la religión como elemento nacionalista y de confrontación. En otros sitios se produce una especie de adoración a la lengua. Hay que garantizar la libertad de todos. Una lengua no tiene por qué sustituir a otra en estos tiempos. Un mismo hablante puede usar varias. Hay que dejar a cada uno que tenga su margen de libertad; estudiar una gran lengua o una lengua minoritaria, como el chamorro.

-Pero las decisiones políticas afectan. Los casos de Cataluña y el País Vasco son patentes.

-Claro que afectan. Lo que habrá que ver es si afectan para bien o para mal. ¿El hecho de obligar a que una lengua se estudie significa que una lengua se va a hablar más? Tenemos varios ejemplos en Europa muy claros de que no, de que cuanto más se impone una lengua en la enseñanza menos se habla. Es más, eso significa la muerte de esa lengua. Es el caso del irlandés en Irlanda o del romanche en Suiza.

-Pero en Cataluña y el País Vasco parece que es el español el que va perdiendo posiciones.

-Bueno, depende de cómo veamos las encuestas lingüísticas. No, el español no está desapareciendo. Es una lengua demasiado fuerte y demasiado arraigada. Otra cosa es que haya ámbitos en los que legalmente se hayan tomado otras decisiones. Pero basta con ir a verlo.

-Usted fue diputado por el PP, ¿Hacia dónde va su partido?

-Hacia donde tiene que ir, hacia lo que es: el gran partido de centro-derecha equivalente a las grandes formaciones que hay en Francia o en Alemania

-¿Con Rajoy o sin Rajoy?

-Es que el PP no es un partido personalista. A lo mejor otros sí.