Si el ilustre Ramón María del Valle Inclán se levantase de su tumba, seguramente, se mesaría la barba y pronunciaría alguna frase ingeniosa, perturbado porque 80 años después de su fallecimiento, el episodio de sus últimas horas y su entierro siguiesen generando tinta, con libros que desmienten lo que otros aseguran sobre su exhalación. Probablemente, reiría satisfecho por dentro, al comprobar que la estrategia que trazó para dar pistas e imágenes falsas de sí mismo sigue triunfando un siglo después.

Durante los últimos meses, hemos visto cómo han salido publicadas diferentes biografías. Genial, antiguo y moderno, de su nieto Joaquín del Valle Inclán; o La espada y la palabra, de Manuel Alberca. El primer encontronazo ya se mostró entre ambos. Manuel y Joaquín tenían previsto sacar juntos un libro pero por desaveniencias en las formas, siguieron caminos diferentes y en, prensa, ha habido acusaciones de apropiación.

Ahora, Xerais edita A morte de Valle-Inclán -escrito por Javier del Valle-Inclán, Carlos G. Reigosa y José Monleón- que conecta con un libro previo en castellano, La muerte de Valle-Inclán, publicado en 2008 por Ézaro. Podría pensarse que es más de lo mismo, pero al leer la parte escrita por otro nieto, Javier del Valle-Inclán, nos damos cuenta de que está actualizada y que no se muerde la lengua a la hora de poner en duda la versión de la vendida como "biografía definitiva", la de Manuel Alberca. El conflicto lo marca la presencia o no de Castelao en el entierro de Valle.

"Por razóns que nos escapan -escribe Javier del Valle-Inclán- púxose en dúbida a presenza do autor de Sempre en Galiza no enterro. Nunha reciente biografía podemos ler: 'Castelao, que no estaba en Santiago, dibujó años después la cabeza yacente'. (...) A que vén teimar en que Castelao non estivo nin en Compostela, nin no enterro do seu amigo? Por que arrastra Manuel Alberca unha información que non é súa, copiada sen reparo doutro autor e que non tivo molestia de comprobar?".

El propio nieto responde a las preguntas acusando a Laberca de no desmontar la imagen que Valle ofreció de sí y descubrir que era un "reaccionario" y "tradicionalista que enganou aos republicanos más conscientes, a distinguidos dirixentes do PSOE (a Azaña, entre otros), a membros da Internacional Comunista e agochou a súa verdadeira faciana de carlistón", en referencia al apoyo que daba a la causa carlista que iba contra el liberalismo y apostaba por una rama real alternativa a los Borbones. Ese engaño llegó hasta su mismo entierro.

Como evidencia de la asistencia de Castelao, muestra una carta de Antón Vilar Ponte en la que señala que acudió al sepelio, entre otro, con Castelao; al tiempo que apunta cómo el Partido Galeguista suspendió una sesión de su consejo compostelano el día 5 de enero de 1936, fecha de la muerte del escritor, para animar a la ciudadanía a despedir al autor, para lo que distribuyeron panfletos por toda Compostela tiradas en la imprenta de Nós.

La presencia de Castelao no es el único apunte del que hay versiones contradictorias; también ha habido conflicto durante años sobre si Valle-Inclán era ateo; si quiso o no que lo confesaran antes de fallecer; si pretendía un entierro laico y si el enfrentamiento entre la parte obrera y la falangista en su sepelio fue un episodio tristemente precursor de la sangría de las dos Españas de la Guerra Civil.