Un discurso bello, íntimo y emocionante. El pintor vigués Din Matamoro (1958) ingresó ayer en la Real Academia Galega de Belas Artes (RAGBA) como miembro numerario de la sección de pintura y grabado en un acto que se celebró en el Museo de Arte Contemporáneo de Vigo, MARCO, en sesión extraordinaria de la Academia y ante un público que abarrotó la sala.

El nuevo académico, que cubrió la vacante dejada por la fallecida pintora coruñesa María del Villar Mateo de Arenaza, leyó "Una mirada distinta", un escrito lleno de recuerdos personales de la infancia y de sus comienzos como pintor, donde narra el desarrollo y evolución de su trabajo pictórico.

"La pintura es una manera digna de estar en el mundo, un oficio que te hace libre y abre caminos a la imaginación", destacó Matamoro. Con esta idea, el artista describió lo que significa para él el proceso de pintar, donde unas obras conducen a otras, todas ellas con una historia propia, y donde algunas requieren mucho trabajo y otras surgen desde "una varita mágica y aparecen delante sin más".

En su intervención quiso compartir con el público el método que utiliza para mantener activa su memoria: los libros de dibujos. En ellos plasma todos los recuerdos de cosas tan cotidianas como la figura humana, un paisaje o los animales.

Din recordó la época en la que visitaba a diario el Museo del Prado como técnica de preparación para las pruebas de ingreso en la Escuela de Bellas Artes de Madrid. Allí observaba "cómo crear la vida desde la pintura" a través de las obras de Velázquez, Goya, Murillo o el Greco, con quienes comparte la fascinación por representar a los animales. De esa etapa en la escuela de arte, Matamoro recordó el trabajo intenso y su carácter obsesivo por aprender la "dibujar después de haber visto", es decir, de "interiorizar lo aprendido y quedarse con la esencia de la imagen".

Después llegó su estancia en Nueva York, con la bolsa Fullbright. Allí asegura que se sentía "libre de las presiones de Europa" y comenzó a utilizar materiales novedosos. Y, seguidamente, la bolsa de la Academia Española de Bellas Artes de Roma, una experiencia "irrepetible". Tras vivir unos años en Madrid y pintar obras intimistas, volvió a Vigo con su familia y a la vez el color volvió su pintura.

Matamoro fue contestado, en nombre de la institución, por el académico Miguel Fernández-Cid, que aseguró que la entrada del pintor en la Academia está marcada por mantenerse "fiel a su ideario, por sus continuas búsquedas y por no alterar sus principios". "Contigo entra un mago en la Academia, alguien capaz de transformarlo todo en imágenes vivas y en alegría", concluyó.