Hace pocas semanas, el caso de la estudiante de diseño que fabricó una colección de ropa completa con una impresora 3D en su propia casa, viralizó recorriendo medios sociales de todo el mundo en un vídeo que ya cuenta con 120.000 visitas en la plataforma Youtube. Danit Peleg, alumna de la reconocida escuela de ingeniería y diseño Shenkar en Israel, materializó su proyecto de fin de carrera en un muestrario compuesto por cinco conjuntos de ropa con complementos a los que dedicó 2.000 horas de fabricación.

Mientras en países como EEUU el uso de las impresoras 3D en la industria textil es más generalizado, España todavía se encuentra en una fase experimental, constituyendo un mercado potencial que en pocos años transformará la forma de fabricar textiles para siempre. En un sentido más amplio, el ingeniero Agustín Zubillaga Rego señala la producción con impresoras 3D como la "tercera revolución industrial".

El experto en robótica e impresión 3D, Fernando Coladas, explica en qué consisten este tipo de dispositivos: "Cuando hablamos de una impresora 3D no nos referimos a una máquina para hacer figuritas. No tiene absolutamente nada que ver. Es un robot que maneja un cabezal con el que se puede sacar desde plástico fundido, hasta la generación de tejidos para la medicina o para la gastronomía". En este sentido, el proceso de creación se basa en generar un objeto diseñado previamente con un programa y construido posteriormente con plástico, metal, cerámica u otros materiales. Este robot elabora los productos mediante la tecnología de fabricación aditiva. De este modo, a partir de un prototipo virtual creado con un software o programa de diseño por ordenador, el equipo de impresión 3D interpreta los datos del dibujo realizado previamente y poco a poco, va aplicando capas sucesivas de material líquido, en polvo o en láminas, hasta que produce un modelo físico. Así, las capas se adicionan automáticamente hasta crear la forma definitiva. Esta forma se traduce en todo tipo de productos, que van desde ropa y complementos, hasta los "wearables" (tecnología vestible) que crean "inteligentes".

La penetración de la fabricación con impresoras 3D y prototipados en las escuelas de moda de cabecera en Galicia cuenta actualmente con un desarollo modesto, como consecuencia lógica de la fase incipiente de este modelo productivo en España. La Escuela de Artes Mestre Mateo en Santiago de Compostela tan solo implantó el uso de este equipo en el Grado de Diseño de Producto. Su director, Santiago Riande, explica: "Nosotros compramos la primera impresora 3D en el año 2006. En aquel momento era grandes y caras, porque estaban empezando, por lo que nos costó cerca de 30.000 euros".

Por su parte, el laboratorio de la escuela de Estudios Superiores de Diseño Textil y Moda en Galicia (ESDEMGA), vinculada a la Universidad de Vigo, cuenta con una impresora 3D desde hace poco menos de un año. En esta misma universidad, la creadora María Castellanos realizó su tesis después de terminar Bellas Artes en Pontevedra. En ella, la doctoranda analiza "las cosas que te puedes poner sobre el cuerpo para aumentar las habilidades humanas", comenta, añadiendo que actualmente realiza "un vestido que mide la agresividad del medio, capta condiciones que se encuentran en el medio ambiente y que los sensores de nuestro cuerpo no pueden captar como la cantidad de radiación ultravioleta, el polvo o el monóxido de carbono. Factores que afectan pero que nuestro cuerpo no tiene la capacidad para detectar".

Al margen de la facultad, María Castellanos y su compañero de proyecto, Alberto Valverde llevan un tiempo experimentando de forma autodidacta con una impresora que compraron e instalaron en su casa, formando parte de su día a día. Actualmente el precio del equipo es asequible para el usuario, encontrándose en torno a los 400 euros.