En la relaciones entre guionistas y directores muchas veces surgen desencuentros y siempre hay algún tipo de tensión. Algunos cineastas incluso terminan llevándose mal consigo mismos cuando asumen algunos de los dos papeles. Esta y otras reflexiones compusieron la intervención del cineasta y escritor Manuel Gutiérrez Aragón en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), donde esta semana imparte un curso sobre aspectos narrativos del cine y la novela y además será el protagonista de los "Martes literarios".

Sus palabras sobre esas relaciones y otras cavilaciones compondrán su discurso de ingreso en la Real Academia Española.

El realizador y novelista expresó, entre otros pensamientos, que el autor de una película es el guionista, ya que pone "la semilla" en la que ya está todo. Eso no quiere decir, advierte, que sea "el más importante" porque luego el director "tiene que manejar esa complejidad que es un rodaje".

Según el cineasta, el guionista es el que "se inventa" la película, escribe la historia, los diálogos, diseña los personajes y sus emociones, pero en la complejidad de un rodaje la parte narrativa es "pequeñísima al lado de lo que la rodea, la producción".

Recuerda, por ejemplo, que Fernando Fernán Gómez se quejaba de la adaptación cinematográfica de "Las bicicletas son para el verano" porque los tranvías que salían eran azules y no rojos, como los que él recordaba de su infancia, y que Rafael Azcona, ya al final de su largo matrimonio creativo con Berlanga, protestaba porque el director "solo quería chistes".

Confesando que él mismo se sintió "traicionado" por José Luis Borau por la música que había utilizado en "Furtivos", de cuyo guión es autor. A ella ha recurrido para contar a sus alumnos en La Magdalena cómo es una película por dentro, comentó que la razón de elegirla es que puede hablar de ella como de una "cosa propia" pero también "con cierta distancia".

"Furtivos", que se iba a rodar en los bosques de Cantabria pero se hizo en los de Navarra y Segovia porque era más barato, iba a ser su segundo largometraje después de "Habla mudita" pero acabó "vendiéndole" el guión a Borau, que quería olvidarse de su fracaso con "La historia de B".

Estrenada en 1975 y premiada con la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, "Furtivos" era "barata" pero también "suicida" y el equipo ya sabía que iba a tener problemas con la censura aunque, según Gutiérrez Aragón, la censura en España podía "hundir" una película pero al mismo tiempo "era un atractivo porque todo el mundo quería verla".

Aunque no entró de lleno en las diferencias entre cine y literatura,comentó que en la pantalla las cosas "son más contundentes pero también más ambiguas".