Esta es una historia de superación, fe y dedicación. Martin Pistorius fue diagnosticado a los 12 años de meningitis criptocócica: dormía todo el día y no comía nada. Los médicos no fueron nada optimistas en cuanto a su suerte: prepararon a los padres para que se lo llevaran a casa, ya en estado vegetal, y le cuidaran con amor hasta el día que se fuera.

El tiempo fue pasando y Martin seguía vivo; sus padres lo vestían, le daban de comer, lo aseaban, le llevaban a un centro especial… Una dura situación que se alargó más de una década. Un día, su madre, cansada de esta situación, fue vencida por la rabia y la impotencia “Ojalá te mueras”, le espetó a su hijo.

Entonces, empezaron a notar ciertos cambios en Martin, como que era capaz de dar la mano a alguien. Enseguida, su madre compró un joystick para el ordenador con el fin de que su hijo aprendiera a manejarlo y comunicarse con ellos. De esta forma, el joven podía seleccionar palabras y expresar sus deseos o inquietudes.

Martin dijo que a partir de los dos años de estar en estado vegetativo empezó a despertar: “me daba cuenta de todo”, asegura. A los 8, de los 12 años que estuvo sentado en una silla, fue cuando sus padres empezaron a notar mejoras y a trabajar más duramente con él. El pánico de pensar que esta situación iba a ser así de por vida, siendo invisible para los demás, le concomía.

Las cosas fueron mejorando y Martin, una vez recuperado, encontró trabajo, logró graduarse en informática y finalmente, se enamoró de Joanna con quien se casó.

La dura lucha y dedicación que llevaron a Martin Pistorius, de Sudáfrica, queridos a volver a la vida es un ejemplo de valentía que queda reflejado en el libro ‘Ghost Boy’.