El "arte" de inventarse una vida

Psicólogos gallegos afirman que las personas que mienten sobre sí mismas tienen baja autoestima y buscan reconocimiento social - Las redes sociales favorecen esta conducta

Ana Allen, en un acto publicitario. // Efe

Ana Allen, en un acto publicitario. // Efe

maría de la huerta

Si no están satisfechos con su vida, les basta con inventarse otra. Son maestros en el arte de maquillar la realidad; de retocarla una y mil veces, incluso a golpe de photoshop. Pero la mentira, ya se sabe, "tiene las patas muy cortas". Más aún en una sociedad globalizada, donde un par de clics en la Red pueden ser suficientes para detectar cabos sueltos y desmontar el mejor de los guiones.

Anna Allen, la actriz que interpretó a la novia comunista de Toni Alcántara en las primeras temporadas de "Cuéntame cómo pasó", se convirtió hace unos días en trending topic mundial con mentiras como su supuesta intervención en series americanas de éxito como "The Big Bang Theory", o su trabajo como embajadora de una ONG junto a la princesa Estefanía de Mónaco. La joven, que se jactaba de conocer personalmente a estrellas de la talla de Julia Roberts, llegó a pedir prestadas ropa y joyas para lucirlas en la entrega de los Óscar. Quiso interpretar el papel de su vida haciendo creer a todos que había pisado la alfombra roja de Hollywood, pero se cayó del reparto sin haber rodado ni una sola escena.

Allen no es la primera que ha adornado su biografía con pinceladas de ficción, ni será la última en hacerlo. Las mentiras son el pan nuestro de cada día. Todos hemos recurrido a ellas en alguna ocasión. Con más o menos fortuna. Con mejor o peor intención. Pero, ¿qué supone realmente mentir?, ¿por qué lo hacemos?,¿dónde está el límite? Manuel Fernández Blanco, psicoanalista y psicólogo clínico, asegura que la visión patológica de la mentira es subjetiva, y depende "de los códigos éticos internos y del rigor de la conciencia moral" de los individuos. "Una pequeña mentira puede generar una enorme culpabilidad en personas con una gran rectitud moral, mientras que para otros sujetos las grandes mentiras no suponen nada, y solo les preocupan en caso de que les traigan repercusiones externas negativas, es decir, si los demás descubren sus engaños", subraya.

Este psicoanalista gallego se muestra cauteloso a la hora de juzgar comportamientos como el de Ana Allen. "Para poder hablar sobre un caso en concreto habría que conocer todas sus coordenadas", apunta Fernández Blanco. Lo que sí deja claro es que "conviene diferenciar el juicio moral del elemento psicopatológico", y cuestionado sobre si los individuos que fabulan sobre su vida pueden terminar creyéndose sus propias mentiras, su respuesta es un "no" rotundo. "Las personas que mienten sobre aspectos de su vida o que se inventan un pasado quieren ocultar algo y son plenamente conscientes de que están engañando a los demás. Si creyesen lo que dicen, ya no estaríamos hablando de mentira, sino de delirio, de una pérdida del sentido de la realidad. Los delirios no funcionan en el mundo de las verdades, sino en el de las certezas", apunta este experto, y pone un ejemplo claro: "Si alguien dice ser Napoleón, es evidente que sufre un delirio, y aunque los demás le insistan en que no lo es, él lo va a seguir afirmando. Sin embargo, los grandes mentirosos de la historia, al ser descubiertos, no siguieron adelante con sus engaños, la mayoría sólo se limitó a justificar su conducta", recuerda.

La mentira, insiste Fernández Blanco, "tiene que ser consciente para merecer ese nombre". "Otra cuestión bien distinta sería la determinación de las causas que llevan a alguien a engañar a los demás, que sí pueden ser opacas para el que miente. Me explico: una persona que bebe alcohol con frecuencia sabe lo que está haciendo, pero puede ignorar las razones que le llevan a actuar así. Pues con las mentiras puede suceder algo parecido. Es importante escucharlas, porque suelen esconder grandes verdades", señala.

¿Qué tipo de verdades? Los psicólogos apuntan que, en general, las personas que se inventan una vida suelen tener una baja autoestima y un alto afán de notoriedad, lo que hace que empiecen a mentir para obtener el reconocimiento social. El engaño sería, entonces, un mecanismo de defensa ante la insatisfacción o la inseguridad que les genera su día a día. Internet y las redes sociales les facilitan el trabajo, pero son un arma de doble filo. "Vivimos en la sociedad de voyeurismo generalizado, que empuja a la mentira. El ámbito privado ha pasado a ser público y esto favorece el narcisimso global", afirma.

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