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Qué bonita es la basura

Daldry convierte la miseria de las favelas en un cuento de hadas

El subidón de azúcar que atasca las arterias de Trash en su tramo final consigue lo contrario de que se pretende. ¿Y qué se pretende? Después de tanto escenario lleno de basura, después de tanto entorno hostil para los más desprotegidos con grandes acumulaciones de miseria, al señor Daldry le entra de pronto el horror a las taquillas vacías y se monta un berenjenal de buen rollo y optimismo a tope con el que quitarle el mal sabor de boca que pudiera tener el espectador. Y lo que consigue con esa trampa es justo lo contrario: irritar. Es algo parecido a lo que ocurría con la lamentable Slumdog millonaire, que tanta bulla armó en su momento y de la que hoy no se acuerda nadie: convertir la pobreza en un "show", hacer de los que sufren una vida llena de penalidades y carencias una especie de héroes de cuento de hadas que acaban sirviendo para dar una visión totalmente falsa y manipulada de la realidad. Está bien tener y dar esperanza, pero no de forma tan burda y excesiva.

A Daldry ya le tenemos cogido el tranquillo desde hace tiempo. Como le fueron bien las cosas con Billy Elliot (una película simpática sin más) se empeñó en convertirse en una especie de Milos Forman y que todas sus películas estuvieran siempre situadas en primera línea de salida en la carrera de los "Oscar". Le salió más o menos bien la jugada con Las horas y El lector, solemnes y vacuas jugadas de prestigio sostenidas por sus actrices, pero con Tan fuerte, tan cerca se le fue la mano y lo que pretendía ser un recogedor de estatuillas se quedó en dos nominaciones,. Ahora, a rebufo del Slumdog de marras, que convertía los deshechos de la India en material de musical hortera, Daldry, que demuestra sus mejores mañas en el arranque, recluta al habilidoso guionista Richard Curtis (sí, el de Cuatro bodas y un funeral o Love actually, significativo, ¿no?) para cocinar un potaje a costa de las favelas brasileñas con estética preciosista (como Ciudad de Dios pero aquí al servicio de la falsedad) que embellece los lugares más cochambrosos y convierte la denuncia en papel mojado. Y lo más triste es que los niños demuestran un talento natural con el que se hubiera podido mostrar la realida de las favelas sin quedarse solo en lo amargo pero sin tanto edulcorante.

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