Javier Sardiña Agra, presidente de la Sección de Psicología y Salud del Colegio Oficial de Psicólogos de Galicia (COPG), sostiene que una vez cubiertas las necesidades básicas, los bienes no dan la felicidad, un estado que se mueve en la frágil frontera entre lo que se tiene y lo que se desea.

-¿La infelicidad contamina?

-No creo que podamos afirmar eso, pero sí que es cierto que la felicidad no viene del consumo, que requiere recursos de la naturaleza y genera residuos que sí contaminan, sino de estar bien con uno mismo. Si miramos hacia atrás, al final las cosas que más felices nos han hecho no son las que hemos consumido, sino las que hemos hecho. El consumo tampoco es objetivo; no vemos cuáles son nuestras necesidades, sino que juegan también nuestras emociones y las expectativas. La mayoría de las veces es como la noche de Reyes: nos ilusionamos más con las expectativas que con lo que realmente vamos a conseguir. Si caemos en el hábito de comprar por las expectativas que tenemos más que por nuestras necesidades reales, al final creamos una nueva necesidad, que tendenmos a cubrir comprando de nuevo.

-Si dedicásemos menos tiempo a conseguir más dinero, ¿seríamos más felices?

-No basta con ser psicológicamente positivos. Según Maslow, conforme se satisfacen las necesidades más básicas, los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados, que tienen más que ver con el autoconcepto. Teniendo cubiertas las necesidades básicas, sí que merece la pena buscar la felicidad, crecer como persona y ayudar a los demás. Si yo me dispongo a ayudar a los demás, suelo mejorar mi percepción de mis capacidades y recursos. Probablemente esto nos acerque más a la felicidad que permanecer delante de un televisor o a salir de compras.

-¿Cómo revertir esto?

-A base de educación. Si centramos nuestro tiempo en hacer cosas: hacer deporte, ayudar a los demás, intentar hacer felices a nuestros amigos..., todo el mundo coincide en que se siente mejor que consumiendo.