Ciento dos años. Casi ni el propio Juan concibe que pueda cumplir hoy mismo esta edad. Nadie lo piensa tampoco cuando le observan pasear a diario por las calles del Calvario, el barrio de Vigo donde reside desde 1939 y donde regentó hasta su jubilación una peluquería. Pero es así. Juan Rodríguez Puga nació en Sar de Penelas (Castro Caldelas) el 1 de junio de 1912 y en todos estos años de vida ha disfrutado de buenos momentos, ha sufrido otros muy duros y ha conocido muchas historias y a muchas personas. En este momento está satisfecho y es contundente cuando afirma: "Yo no me quiero morir, aunque se que tiene que llegar, pero yo no tengo ganas de irme".

Recuerda con cariño sus años jóvenes en la aldea ourensana en la que nació. "Tocaba la gaita con mi hermano y con unos amigos; íbamos por los pueblos... en esa época sacarte un durillo era muy bueno", asegura. Allí conoció también a la que se convertiría primero en su novia y después en su mujer, Remedios, un nombre que solo con nombrar se emociona. "Estuvimos casados casi 80 años (ella falleció hace cinco) y era una joya; tenía un temperamento maravilloso, era hábil haciendo ropa y la mejor cocinera que conozco", cuenta.

Pero llegó la Guerra Civil y Juan tuvo que dejar su tierra. Estuvo en Teruel, en Levante, en Bilbao, en Santander, en Asturias y en Ciudad Real y recibió dos disparos. Uno de ellos en la nariz, donde permanece la huella que le recuerda a diario aquellas penurias.

En cuanto finalizó la contienda fue a Vigo a reunirse con su mujer y allí montó una peluquería-barbería, oficio que había aprendido en su aldea desde muy pequeño.

De este feliz matrimonio nacieron dos hijos aunque la niña murió con solo unos meses a causa del sarampión. Su hijo, Juan, le ha dado cinco nietos que, a su vez, lo han convertido en bisabuelo siete veces. "Dos de ellos tocan de maravilla dos instrumentos", asegura con orgullo.

Juan considera que uno de los secretos para haber conseguido llegar a su edad tan sorprendentemente lúcido "y sin dolores en el cuerpo" es su particular desayuno. "Todas las mañanas me tomo una naranja, tres nueces, cereales, un plátano, pan y, lo más importante, dos dientes de ajo", enumera sonriente.

También debe a los largos paseos que siempre ha dado su buena forma física. "Hasta hace no tanto me iba hasta Peinador andando; ahora doy varias vueltas por la calle peatonal", explica.

Sigue cortando el pelo a su nieto Fernando, con quien vive en el barrio vigués, y a varios vecinos. "Lo hago con la navaja barbera antigua, que son las mejores", indica.

Juan y su mujer criaron desde niño a Fernando y él les ha correspondido del mismo modo. "Mi mujer le enseñó a cocinar y ahora lo hace casi tan bien como ella", dice con cariño el centenario.