El verinés Álvaro Ferreira lleva más de 40 años luciendo el traje de cigarrón. Desde que se lo enfundó de niño, antes de la Primera Comunión, solamente en un Entroido se vio obligado a dejarlo dentro del armario. "Que yo recuerde, solo hubo un año en el que no lo pude poner. Fue hace ocho o diez. Se suspendió todo el programa debido a enormes tormentas", recuerda.

Ferreira se niega a sopesar que este Carnaval ocurra lo mismo. "Estoy convencido de que va a hacer bueno", comenta, aunque la procesión la lleve por dentro. Hasta el momento, el pasado jueves no salieron, a la espera de que hoy, domingo de corredoiro, sí, si la lluvia cesa.

A diferencia de otros lugares donde se vive en vena el Entroido, en Verín, los cigarróns se prohiben saltar a la calle si llueve. No es esnobismo, es amor a unos ropajes que significan solemnidad, tradición y mucho más; que hay que llevar impolutos sin que una micra de barro ose penetrar en las fibras de tela.

Ferreira, que también es artesano de máscaras, reconoce que tener un traje de cigarrón o peliqueiro "es un lujo. Antiguamente, no lo tenía cualquiera, solo los pudientes, cuatro o cinco en el pueblo. Todo, desde la máscara, a la mitra, el pantalón, la chaqueta... todo es artesanal. Si lo cuidas, te puede durar toda una vida. Yo he reparado máscaras de 200 o 250 años de antigüedad".

A 32 kilómetros de Verín, también en Ourense, en la localidad de Laza, el sentimiento también es solemne aunque la relación con la lluvia sea más transigente. "Llueva o no, los peliqueiros vamos igual. Solo salimos tres días al año con el traje", explica el peliqueiro Juan Luis Rivero.

Este profesor del Colegio de Primaria O Castiñeiro de Laza, no obstante, enfatiza: "Si vas a ir mal vestido de peliqueiro, ni se te ocurra salir de casa. Yo no lo he visto, pero los mayores cuentan cómo antes al que iba mal se le encerraba en el establo con las vacas perdiendo todo el Entroido". Ante tal precedente, mejor hacer bien las cosas.

Por ello, la puesta del traje se vive como un ritual que cigarróns y peliqueiros viven igual. "Nos juntamos por la mañana, a las 10.00 horas y empezamos a vestirnos para estar listos a las dos de la tarde. Normalmente, nos vestimos por pandillas. Los niños se visten con nosotros para que aprendan la tradición. Los cigarróns más pequeños no llegan al año", explica Álvaro Ferreira, de Verín.

En el caso de los peliqueiros, su primera aparición en el Carnaval será el próximo domingo de Entroido, día 2 de marzo. Expertos de Verín y Laza preguntados aseguran que las diferencias del traje de cigarrón y peliqueiro no existen, si bien el peliqueiro Juan Luis Rivero asegura que los puede diferenciar "con los ojos cerrados" debido al ruido y la forma diferente de desfilar.

Con esto último, coincide el artesano y cigarrón verinés Álvaro Ferreira. Explica que la forma de correr varía ya que los cigarróns "recorren más largas distancias sin parar" que sus vecinos, lo que obliga a variar el paso. En el caso de Laza, los niños del colegio público han estado en la clase de educación física, en las últimas semanas, saliendo a andar como peliqueiros pero sin los chocos (cencerros).

En ambos, el modo de realizar la máscara es igual. Esta se confecciona con madera de abedul (ameneiro, en gallego) cortada entre el 15 de septiembre y el 15 de noviembre, cuando la savia está en la parte inferior. Tras cortarla, se coce y se deja secar todo un año antes de empezar a labrarla para el Carnaval y hacerla a medida de la cara del cliente.

Lo que tampoco semeja variar es la vivencia interna. "Aun me sigo poniendo nervioso cuando lo pongo por primera vez cada año", explica Álvaro Ferreira de su traje de cigarrón. "No se puede describir con palabras lo que sientes. El domingo de Entroido, es la estrea, el primer día que lo pones. La gente te controla si vas bien y cada año te pones nervioso", añade el peliqueiro Juan Luis Rivero.

La buena forma física debe estar asegurada para portar un traje que puede pesar 18 kilogramos.

En el caso de las pantallas de Xinzo de Limia (Ourense), solo el cinto que porta las campanitas pesa entre ocho y diez kilos. "Yo llevo las campanas que llevaba mi abuelo. Las pantallas son las encargadas del orden en el Entroido. Deben buscar a vecinos y conocidos que salen sin disfrazar. Los cogen y los llevan a la tasca y tratan de meterlos en la fiesta, que su actitud cambie. También buscan que les paguen unos vinos a quien hace de psicólogo (pantalla) que salta, troulea...", detalla Jesús Fariñas, presidente de la asociación A Pantalla, quien añade que mujeres y foráneos están exentos del peaje de los chatos o chiquitas.

Advierte Fariñas que "una pantalla sin careta no es una pantalla porque se reconoce a la persona. Esto es un rito como otros muchos. El Entroido es un sentimiento y como todo sentimiento es difícil de explicar. Es algo que se hereda de los antepasados, algo que viene por las venas".

Ni siquiera en los tiempos de la Guerra Civil o postguerra se perdió a pesar de estar perseguido el Carnaval. "Los mayores cuentan que lo seguían celebrando. Iban por las lareiras y las cocinas, con el traje bajo el abrigo y la pantalla preparada", explica.

Desde los 6 años en los que fue por primera vez pantalla hasta los 56 que tiene ahora, Fariñas nunca dejó escapar un Entroido sin el traje, respetando la tradición y las costumbres. "No puedes llevar el traje de pantalla y comportarte como un payaso", advierte en consonancia con lo mismo que ocurre con peliqueiros, cigarróns, xenerais o merdeiros.

Un elemento distintivo de las pantallas son las vejigas, antaño de los cerdos sacrificados en cada casa por la matanza; ahora de vaca. "Se infla y se pone a curar hasta que se endurece y está lista", apunta.

En el caso de los xenerais do Ulla, el tricornio y el fajín son los elementos claves. Este último se borda con más de 5.000 lentejuelas mientras que el sombrero mide entre 1,20 y 1,50 metros de alto. "Es difícil guardar el equilibrio con ellos sobre el caballo", reconoce José Antonio Duro.

Los xenerais no llevan máscara. "Los trajes más antiguos se semejan a los de la tropa invasora de Napoleón. Está basado en una tradición del siglo XIX y representa la batalla verbal en la línea fronteriza entre el ejército defensor y el atacante", con la salvedad de que hoy en día en vez de armas afilan la lengua en coplas sobre la actualidad que se intercambian. En el caso de Santa María de Couso, A Estrada, son 13 personas repartidas entre generales, un centinela (ciudadano de a pie) y correos que se dan el alto y conversan durante la representación. Antes de la misma, los xenerais van por las casas de los vecinos echando vivas al cabeza de familia a cambio de picoteo de chorizos y dulces como orellas. Su salida es el domingo de Entroido mientras que el martes acuden a los desfiles de Carnaval en A Estrada.