El futuro energético se encuentra encapsulado en gotas diminutas solo visibles a través del microscopio. Ayudados por esta tecnología, denominada de microfluidos, investigadores y empresas de seis países europeos buscan las mejores microalgas para la producción de bioetanol con un coste inferior a los 40 céntimos por litro. Sara Abalde (Vigo, 1985), doctora en Química, es la responsable en Cambridge del proyecto DEMA (Direct Ethanol from MicroAlgae). "El objetivo es una producción eficiente, no agresiva con el medio y que necesitaría superficies muy pequeñas frente a los grandes cultivos agrícolas que se requieren hoy en día", explica.

Esta joven investigadora empezó su trabajo en la prestigiosa universidad británica apenas una semana después de defender en Vigo una tesis sobre nanopartículas combinadas con polímeros para la detección de contaminantes, alérgenos o enfermedades. Ya había realizado dos estancias anteriores con el mismo grupo de Cambridge en el que permanecerá, al menos, hasta 2015.

"El tema es bastante diferente pero está bien ampliar horizontes. Mi tarea es estudiar las propiedades de cianobacterias [bacterias capaces de desarrollar la fotosíntesis] que ya han sido modificadas genéticamente para producir más bioetanol y seleccionar las mejores", comenta.

Estos organismos unicelulares son estudiados en el interior de microgotas con unas dimensiones de entre 25 y 120 micrómetros -un micrómetro es la millonésima parte de un metro-. "Las ventajas de la tecnología de microfluidos consisten en que necesitas un volumen de muestra mucho más reducido y además puedes realizar 10.000 experimentos en un segundo de forma totalmente reproducible y fiable. El desafío es poder analizarlo todo", apunta.

El proyecto DEMA, en el que también participa otra postdoc del departamento de Plantas del mismo campus, cuenta con una financiación europea de casi 5 millones de euros hasta 2017. Está liderado por la universidad irlandesa de Limerick, que forma un consorcio junto a la de Cambridge y otras siete instituciones y empresas de Holanda, Portugal, Finlandia y Francia.

Marcharse al extranjero formaba parte de sus planes, pero Sara prefiere no agobiarse con la situación del sistema de I+D español cuando ella finalice su contrato en Reino Unido y las posibilidades de retornar: "A veces te entra el miedo, pero hay que ir paso a paso. Adoro Vigo y Galicia y mi objetivo es volver, pero en unas condiciones óptimas, y no se trata solo de dinero. Estoy de acuerdo con la selección y la excelencia, pero no es un acierto recortar en investigación y educación. Son la base para que la economía de un país se desarrolle saludablemente ".

Sara formaba parte del equipo de Luis Liz, uno de los mejores investigadores gallegos que cumple justo ahora un año en un centro del País Vasco. Él y Ramón Álvarez, que se marchó poco después a Cataluña, le dirigieron la tesis. "El sacrificio académico y personal es muy alto pero en España no hay remuneración social ni económica. Liz formaba a jóvenes que hoy tienen un futuro prometedor en la ciencia y, tras su marcha, los estudiantes de la Universidad de Vigo han perdido esta oportunidad. Deberían intentar retener a gente tan buena", lamenta.

En Cambridge, la invesitigadora disfruta de ese reconocimiento: "Te motivan y te dan libertad para asumir responsabilidades. Y, aunque hay fondos, se optimiza mucho más el dinero y todo debe estar justificado", compara.

También señala la mayor definición del itinerario de la ciencia: "Me gustaron las clases de Liz y pedí una beca de colaboración en su grupo. Fue una combinación de factores, entre ellos de suerte, porque los alumnos no conocíamos realmente su valía ni en qué consistía un doctorado. Aquí desde el primer año están en laboratorios y tienen mucha más orientación".

A Sara le sigue gustando tanto Cambridge como la primera vez que la visitó en 2009, pero le ha sorprendido la oleada de compatriotas que ha originado la crisis. "Vivo en una planta baja y un 25% de las personas que escucho hablar por la ventana son españoles. Es como una masa. Pero ya no hay tantas oportunidades de trabajo como antes. Te exigen mayor nivel de inglés incluso para fregar platos o ser camarero y hay tantos españoles e italianos que muchos se vuelven a casa al cabo de unas semanas. Conozco a gente muy joven que viene sin nada y es admirable. En este sentido, me siento privilegiada".

Sara se ha tomado muy en serio el papel de embajadora y todos sus compañeros de laboratorio saben ya que es oriunda de un "paraíso": "En mi presentación les hablé de Galicia y les dije que no me preguntasen de flamenco, que yo solo sabía de marisco y de playas". Y por si aún tenían dudas les envió el enlace del vídeo promocional "Vigo in London", en el que también aparece el equipo del que es socia desde hace 14 años: "Veo los partidos por internet y cuando los pongan en algún bar allí iré yo con mi camiseta para defender a mi Celtiña".