En su carta de presentación se define como "periodista escaldado", aunque, tras sus complicadas experiencias en la profesión, sigue colaborando con publicaciones tan prestigiosas como "Jotdown Magazine". Juan Tallón (Ourense, 1975), está de racha. Ha ganado el Manuel Murguía de relatos con "Consanguíneo" y el Lueiro Rey de novela corta con "Fin de poema". Además, Edhasa publica en castellano su novela "El váter de Onetti".

-Su último libro, "Fin de poema", recrea los momentos previos al suicidio de cuatro poetas, y en "El váter de Onetti" también aparecen escritores. ¿Está obsesionado con la literatura?

-Es una fase de la que espero poder desprenderme enseguida. Además, esos libros coinciden en su aparición, pero no en su escritura. Las obsesiones son difíciles de explicar, por eso son obsesiones; no son controlables, aunque a veces se curan.

-¿Se puede vivir de los premios literarios?

-Yo desde luego no. No pretendo vivir de ello, sino abrir una puerta para la publicación. A los premios no hay que hacerles demasiado caso. Responden a unas coordenadas que se dan a tu favor en un momento histórico, pero no mejoran o empeoran tu texto. Simplemente se dieron las condiciones para recibirlos y hay que sacarles rendimiento.

-Afirmó alguna vez que no había tanto que decir. Entonces, ¿por qué escribir?

-Porque tal vez escribir sea una cosa y decir otra. Lo que quería era expresar que los escritores no tienen mucho que decir más allá de su libro.

-Su formación es de filosofía. Las últimas reformas educativas critican algunos sectores, no la dejan en buen lugar. ¿Acabaremos por no saber pensar?

-Desde que dejé la universidad la filosofía como materia de estudio siempre estuvo en crisis. Pero lo de no saber pensar no depende de la asignatura de filosofía, como del enfoque en las materias humanísticas en general, y también con el respeto democrático en el individuo y en su autonomía. Cuanto menos pensemos y menos capacidad crítica tengamos, más dóciles seremos.

-Pero, ¿cree que las leyes educativas llevarán a eso?

-En las reformas se ve la obsesión por el fracaso, como si se pudiera suprimir de modo absoluto. Pero el fracaso forma parte de la formación humana, y hablo ya como escritor que ha fracasado a menudo. Eso me ha permitido seguir avanzado por el camino correcto porque, a veces, si no te caes, no avanzas. Es cierto que sabe mal, pero es aprendizaje. Porque de los éxitos se puede disfrutar, pero, a la hora de aprender, le veo más ventajas a los fracasos y errores. Además es inevitable fracasar; todos fracasamos a todas horas.

-Escribió "Fin de poema" y "El váter de Onetti" en gallego. Alguna vez se ha mostrado pesimista con respecto a la supervivencia de este idioma...

-En relación al gallego soy pesimista pero intento no ser apocalíptico. Uso el gallego porque es mi lengua, pero eso no implica que no pueda utilizar el castellano. De hecho, "El váter de Onetti" se publica en castellano, aunque su primera versión es en gallego. El fracaso obligó a una reconversión del texto en castellano y en esa lengua encontró editor enseguida.

-¿En qué lugares hay que buscar para hallar una buena historia?

-A veces se encuentran debajo de un zapato. Las historias no hay que ir a buscarlas, sino que llegan con un encontronazo. Las buenas historias tocan un punto.