La flota gallega comenzó a explotar intensamente los caladeros de Namibia en la década de los 70, cuando el país africano todavía estaba lejos de la independencia ,que no logró hasta 20 años después, y la sostenibilidad era una palabra desconocida en todos los océanos. Pero hoy nuestros científicos se desplazan allí para formar a sus colegas en la gestión y conservación de los recursos propios. El Centro Tecnológico-Fundación Cetmar es el coordinador científico de un proyecto financiado desde 2010 por la Consellería del Mar y la Agencia Española de Cooperación Internacional y en el que también colaboran investigadores del CSIC e IEO. Marta Quinzán (Chantada, 1979) es la experta desplazada de forma permanente en el Centro de Investigación e Información de Recursos Marinos (NatMIRC), en la ciudad costera de Swakopmund.

"Tenemos una gran tradición en investigación pesquera y ponemos a su disposición el conocimiento que hemos acumulado para que ellos decidan. Ésta es una de las partes más bonitas del proyecto porque la idea no es generar dependencia, sino facilitarles las herramientas y que cuando nos vayamos en diciembre el personal esté capacitado para trabajar de forma independiente", destaca.

Las colaboraciones entre investigadores de ambos países son habituales desde hace años pero esta iniciativa persigue establecer un marco "integral y coordinado" de forma conjunta con las autoridades namibias. Marta se incorporó a la segunda fase del proyecto en abril del año pasado y, además de coordinar las visitas de los científicos españoles al centro NatMIRC, es la responsable de un grupo integrado por cinco técnicos locales.

"Aunque la flota no las divide y se evalúan como una sola, en estos caladeros se pescan, en realidad, dos especies de merluza diferentes con ciclos biológicos distintos. Contamos con observadores en los buques que nos pasan la información sobre las capturas de cada especie y mi misión es formar a los técnicos para que tengan la capacidad de analizar todos estos datos y así contribuir a evaluar y gestionar mejor los stocks", explica Marta.

La experta se refiere también a la "capacidad transformadora" que estos proyectos generan en la concepción que los namibios pueden tener de un país presente en sus ricos caladeros durante décadas, aunque sus habitantes, subraya ella, destacan por su carácter acogedor y respetuoso. "Alguna vez puedes oír algún comentario negativo pero, en general, entienden que la pesca genera una gran riqueza para su economía después del sector minero. No son un pueblo pescador, ni siquiera de forma artesanal, y las empresas extranjeras deben estar participadas en un 51% por namibios. Creo que, en general, los investigadores y el sector extractivo estamos juntos en un mismo barco: la sostenibilidad. Quiero pensar que eso ya lo hemos ganado y aquí también se entiende así", destaca.

Aunque nacida en el interior lugués, Marta pasaba sus veranos en la ciudad olívica, donde reside parte de la familia, y siempre se sintió atraída por el gran azul. Gracias a su trabajo en NatMIRC, se ha encontrado con un viejo amigo al que conoció durante una estancia como "erasmus" en la universidad noruega de Tromso, que destaca por su investigación pesquera. "Estudiaba Ciencias del Mar en Vigo y me fui allí durante todo un curso. Me sorprendió la cantidad de africanos que realizaban másteres con apoyo del Gobierno noruego y uno de mis mejores amigos era Johannes, que ahora trabaja en el despacho de al lado", relata.

Tras regresar a Galicia y licenciarse en 2005, realizó un máster de Pesquerías y comenzó a trabajar como recolectora de información en la lonja viguesa, un trabajo que más adelante compatibilizaría con una plaza en la base de datos del departamento de descartes: "De noche iba al puerto y, por la mañana, trabajaba en cabo Estai. Pero cuando te gusta lo que haces no te parece un gran esfuerzo".

Después consiguió un contrato a cargo del plan nacional de recogida de datos básicos y, durante todo ese tiempo, Marta se presentó a las convocatorias del Cetmar relacionadas con la cooperación internacional mientras soñaba con viajar a África. Se quedó a las puertas de participar en la primera fase y el año pasado no pudo evitar las lágrimas cuando la llamaron para ofrecerle el reto. "Dejar una institución como el IEO en la actual situación es difícil, pero mis jefes me animaron y no me arrepiento", sostiene.

Marta ya es una más en el NatMIRC: "Cumplí un año aquí el día 9 y para celebrarlo me cantaron el cumpleaños feliz y me regalaron un pasaporte simbólico de Namibia", revela. Visita en bicicleta, su medio de transporte habitual ya desde que residía en Vigo, el antiguo gueto de la ciudad durante el apartheid, Mondesa, para asistir a clases de percusión: "Vivo al lado y voy tan tranquila. Tengo muchos amigos allí y es una forma de conocer una parte más auténtica del país. En general la mayoría de mis amigos son ovambos y me he acercado más a esta cultura. Pero no es mi mérito el haberme adaptado, sino de los namibios. Son una gente ´superabierta´ y por la calle te paras a hablar en cualquier esquina sobre cualquier cosa", señala.

Solo conoce a otro español en Swakopmund, pero cada vez que se desplaza a recoger a algún científico del proyecto al aeropuerto de Walvis Bay, el llamado "Vigo africano", aprovecha para hablar gallego: "Siempre te encuentras a alguien de Cangas o de A Guarda que llega o regresa a casa tras acabar la marea".