La Feira dos Santos de Cerdal (Valença do Minho) sigue manteniendo su liderato como la mayor del Noroeste peninsular. Miles de personas se dieron cita ayer en el recinto y seguirán llegando en el día de hoy, a pesar de la crisis, del desempleo y de los malos augurios que ponen de mal humor a la gente.

La afluencia de público no se correspondió al volumen de ventas, se quejaron algunos de los ambulantes. Los puestos con más éxito han sido los dedicados a la gastronomía, con asados a la parrilla delante del público que transitaba por los pasillos con venta de todo lo imaginable. Pollo, conejo, costillar de cerdo y criollos, rezumaban jugo sobre las brasas, ahumaban el ambiente y a los que pasaban.

Paco y Toni, vigueses en plena luna de miel, decidieron recorrer la feria, buscando lo pintoresco, aunque su objetivo final era "por supuesto, comer bacalao en el lugar habitual", contaron. Otros acompañantes, como Balbi, Merchi y Manolo, conocieron por vez primera las características del "feirón" que, según dicen, tiene una antigüedad que se remonta al siglo XVIII. Una funda nórdica, por 20 euros, fue la primera compra que hicieron.

Autocares procedentes de diversos lugares de A Coruña, Ourense , Pontevedra y Asturias, desembarcaron pasajeros, la mayoría de ellos con la comida reservada en algún local del lugar. Muchos de los que llegaron en coche optaron por aparcar en zonas habilitadas en propiedades particulares, al precio de uno o dos euros por vehículo. Un negocio por un día.

Una vecina de Aldán expresaba su satisfacción por haber comprado tres pares de zapatillas por cinco euros. Muy cerca, en un puesto de ahumados, la pieza de lacón se vendía a 20 euros y la de jamón a 35.

Entre el público, Rosa Varela, de Arteixo y vecina del magnate gallego Amancio Ortega, contaba que "venimos varias veces al año. Hoy he comprado varios chandal para mis nietos, relleno para cojines y una ristra de ajos. Todo más barato que en Arteixo. Además, comeremos bacalao", avanzó. José y Cristina, de Marín, también son de las personas que acuden a menudo al lugar. Les llamó la atención un loro de juguete que repite lo que uno le dice. Compraron dos, por siete euros unidad, y pagaron 2 euros por aparcar.

Aceite de Mirandela puro, camisas de felpa a 5 euros, avellanas a 5 euros, bisutería, relojes... y bacalao a la brasa. Felipe, de Guimaraes acude cada año a vender castañas asadas, a 3 euros docena y media. Más adelante, Carlos Alberto Malheiro vendía árboles frutales, entre ellos arándanos a 10 euros, olivo de dos años a 40 euros, melocotoneros a 5 euros.

Sorpresa!. Nardo Castro, de Salceda de Caselas era el vendedor de ponys machos a 250 euros y hembras a 350, además de burros a 200 y 400 euros, según sexo. "Los vendo como mascotas, aunque parece que tendremos que volver al campo", comentó. Muy cerca, un rebaño de ovejas y su dueño, Antonio: "pido 75 euros por ésta", dijo señalando a una destinada a cría. No faltó el charlatán con megáfono a todo volumen que acababa vendiendo tres paraguas a 5 euros. Canarios a 10 euros y ninfas a 20 euros, adornaban el entorno, en jaulas.

El año de las maletas para el emigrante

Una de las singularidades de la edición de este año podía apreciarse a golpe de vista. Una mujer llevaba una maleta nueva, recién comprada, con ruedas que no apoyó en el suelo. Al poco rato, un joven con una similar. Un hombre de mediana edad también cargaba con otra y para él fue la pregunta: "¿Es más barata. La ha comprado para ir de vacaciones?" La respuesta fue concisa: "La compré porque la necesito. Voy a buscar trabajo a Francia. Aquí no lo encuentro. Dejo mi casa y a mi familia en Portugal para ir a buscar empleo". La explicación, mirando cara a cara, evadió el aire de fiesta de la feria a su alrededor. "Buena suerte", le deseamos.

Entre el público se vieron más maletas nuevas y llamó la atención la falta de compradores en los puestos de confección, como donde vendían trajes de caballero a 250 euros, chaquetones, trenkas y otras prendas destinadas a abrigo.

Hoy está previsto la Feira das Trocas, para cambiar productos adquiridos ayer que, por alguna razón, no sirven.