La memoria de Ana María Fernández del Riego va desgranando con nitidez anécdotas y experiencias que llenaron su vida como misionera. He aquí solo unas pocas de su memoria china, filipina y taiwanesa.

>> La anécdota del general. En 1968 conocí a Recuerdo Cuervo, de las Hijas de Jesús como yo y misionera en Japón. Era hija del general Cuervo, al que la guerra sorprendió en Madrid y encarcelaron en La Modelo por negarse a servir a la República. Una noche, a las 2 de la madrugada, le hicieron salir con otros presos para subirlos a un camión. Lo único que le salvó de ser después abono de margaritas como ellos fue que, al ir en último lugar, un centinela le escondió detrás de una puerta y le dijo: "Huya". Al terminar la guerra fue nombrado Director General de Prisiones y un día recibió a una mujer en su casa tras mucho insistir porque no la dejaban pasar. Era la madre de aquel que le había salvado la vida y que venía a pedirle su ayuda porque ahora era él quien estaba encarcelado por servir a la República. El centinela "rojo" salvó al general de Franco y luego fue el general de Franco quien salvó al "rojo". Está claro que lo primero que muere en una guerra es la justicia, y en la nuestra murió en ambos bandos aunque casos como estos indican que todo somos hermanos".

>> La entrada de Mao . " Estábamos en 1948 en China dando clases, trabajando en el dispensario... y todo el mundo decía que los comunistas estaban a las puertas de la capital. Al poco tiempo las tropas de Chiang Kai-Shek se rindieron a las de Mao. Pekín ya era comunista, ¿Que será de nosotras? nos preguntábamos. Por consejo del Nuncio todas las casas de formación católicas evacuaron al extranjero. Nosotras vigilamos la entrada de las tropas de Mao, de madrugada, detrás de las cortinas del dispensario que da a la Avenida del Oeste por donde llegaron. De lo que sí damos fe es de que no hubo lucha alguna, solo un cambio de poderes. Primero, camiones con armamento, luego tanques de fabricación norteamericana incautados a las tropas de Chiang, después soldados en marcha, en una parada interminable que duró horas; entraban por la puerta Oeste de la muralla, salían por la puerta Este y volvían a entrar en círculos interminables, verdad que averiguamos al identificar a varios soldados que repetían. Así dejaban para la historia la apariencia de mucho mayor número. Lo que luego comprobamos es que el nuevo régimen comunista nunca nos persiguió como religiosas sino como supuestos espías americanos" .

>> La liberación. "Y así llegó en China lo que llamaban "la liberación". Los colegios se convirtieron de la noche a la mañana en comunistas. Se puso fin a la rigurosa disciplina, a la obediencia y sumisión a padres y maestros... y el colegio pertenecía a las alumnas. Peiping (Pekín) fue testigo de muchos suicidios. Los ricos, "seres inútiles y sanguijuelas" de la sociedad según los ganadores, debían desaparecer. Se hizo saber a los extranjeros que repartirían sus propiedades... A nosotros, las religiosas, no nos persiguieron ni nos obligaron a sacar el hábito siquiera. Así nos tenían identificadas y, mientras, dejaban que siguiéramos subvencionando las escuelas con dinero venido de Occidente. Pero poco a poco se fueron marchando todos los religiosos, cerrando colegios... solo quedamos unas cuantas Hijas de Jesús. Luego nos apresaron por "espías", nos interrogaron mucho, pero nunca nos maltrataron y por fi - nos expulsaron en 1952 dándonos las gracias por nuestra labor en China".

>> A Filipinas. "Nos fuimos a Filipinas, que no considerábamos tierras de misión porque eran católicos en su mayoría. Allí fui Prefecta del colegio de Nazaret en Manila, luego Prefecta también en el de Cebú y más tarde me destinaron a Iloilo, justo cuando ardía por las guerrilla comunista. Su táctica en sus ataques a los pueblos incluía el incendio de las casas pero lo raro es que el fuego nunca llegaba a nuestro colegio. Luego nos enteramos de que teníamos como vecino a un dirigente clandestino suyo, una de cuyas hijas estudiaba con nosotras. En Filipinas teníamos la ventaja de que el pueblo confiaba mucho en nosotros, aunque hubo una etapa de efervescencia nacionalista con un clima antiextranjero. Gobernaba Marcos y había mucha corrupción, falsificación en los comicios... En la primera etapa nos instalaron en un barrio muy pobre, sin escuela, así que por las mañanas recogíamos las esterillas donde dormíamos y allí dábamos clase. Muchas veces teníamos que salir a pedir a las calles pero los filipinos nunca nos negaron un poco de arroz y fuinamós, puré de pescado secado al sol que a un occidental le olería a pestes. Allí estuve entre 1952 y 1965, en que me destinan a Taiwan como enfermera en el colegio de Neihu y para dar clases en la Universidad de Taipei".

>>La vuelta. "En Taiwan estuve entre 1965 y 1969, en que me volvieron a enviar a Filipinas, donde hice Ciencias de la Educación en el tiempo libre que me dejaba mi trabajo en la enfermería y universidad. En 1975 volvía a España, para quedarme en Vigo definitivamente, dando clases de inglés y gallego hasta mi jubilación en 1992, con periódicos viajes a Irlanda con alumnas . Y hace mucho que estoy en la ONG Rosa dos Ventos, de mujeres de marineros".