Se llamaban María y Sancha y convivían en la calle Moeda Vella de Santiago, que conserva el mismo nombre desde el medievo. La cantiga de Joán Vasques de Talavera deja constacia de que en el siglo XIII ya eran objeto de burla las relaciones entre mujeres, en este caso dos prostitutas. Dos siglos antes, concretamente en el año 1061, se celebró una boda civil entre Pedro Díaz y Muño Vandilaz, que compartían una vivienda colindante a la iglesia de Santa María de Ordes, en el municipio ourensano de Rairiz de Veiga. El registro del Monasterio de Celanova demuestra la existencia de estas uniones "que debían de ser bastante normales en aquella época".

Estos dos ejemplos proceden del libro "Amigos e sodomitas. A Configuración da homosexualidade na Idade Media" del filólogo y profesor Carlos Callón (Ribeira, 1978), una obra con la que consiguió el XVI Premio Vicente Risco de Ciencias Sociales y que hoy (20.30 horas) presenta en la Librería Cartabón de Vigo acompañado de Xosé Manuel Buxán y Carme Adán. "Me pareció acertado presentar la obra en la semana del orgullo gay para tener un instrumento más de debate sobre las raíces del prejuicio", justifica Callón.

El profesor –licenciado en Filoloxía Galego Portuguesa, que ejerce como profesor de lengua y literatura gallega en la enseñanza secundaria y preside además la Mesa pola Normalización Lingüística– analiza una amplia documentación medieval, sobre todo gallega, para explicar como durante los primeros mil años de la historia del cristianismo "el pecado de sodomía era inexistente". El prejuicio nació entre los siglos XI y XIII y se consolidó en el XV. "No hay unanimidad en cuanto a la explicación de este cambio pero seguramente fue por la llegada del absolutismo, que conllevó normas muy rígidas en cuanto a la conducta social", destaca el autor.

Callón reivindica que "ya es hora de pasar página y de seguir pagando una hipoteca de odio que viene desde la Edad Media". Al tiempo recuerda que la Iglesia –"que hoy por las pocas cosas por las que se manifiesta es contra los derechos de los homosexuales"– "no fue la primera en castigar la homosexualidad, sino que fue el poder civil; de hecho, los miembros de la Iglesia fueron las primeras víctimas de estas leyes", resalta. Como ejemplo pone el del Obispo de Iria Flavia, uno de los primeros condenados por sodomía.

La acusación de sodomía se convirtió así en un "arma política" que se utilizó en muchas ocasiones en las que no había otras razones para atacar al enemigo.