Manuel Moleiro, reputado editor, ha sido autorizado por la British Library para realizar unos mil clones del Splendor Solis, copias idénticas que hasta reproducen los fallos de las páginas primigenias. Con el clon, adjunta un libro explicativo de la obra. Movido por aquel sueño de joven de la busca de la piedra filosofal, el gallego ha invitado a diferentes expertos europeos para que investiguen los orígenes del manuscrito y lo plasmen en el segundo libro.

Como punto de partida del árbol biológico y pensante del Splendor Solis, Jörg Völlnagel fecha entre 1531 y 1532 la realización del manuscrito fuente, guardado en el Kupferstichkaninett de Berlín. Contadas copias se realizaron después. La que guarda la British Library (en la que se ha basado Moleiro) se remonta al año 1582 y se cree que se produjo al sudeste de Alemania, en Núremberg o su región.

Desde entonces hasta principios del XVIII, el camino del Splendor Solis está lleno de hipótesis, que si perteneció a Carlos II de Inglaterra, que si lo poseyó el inventor de la porcelana (el barón Böttger)... Peter Kidd –por encargo de Moleiro– rastrea en la nueva obra varias pistas dando luz verde a algunas, y a otras la naranja para paralizarlas y extremar la precaución.

Lo que sí tiene claro Kidd es que el manuscrito del Splendor Solis que ahora se ve en la British Library le fue entregado al conde de Oxford Edward Harley en el siglo XVIII mediante una donación. Curiosamente tanto el nombre del donante como la fecha exacta de la entrega aparecen borradas como si se tratase de un enigma planteado en "Cuarto Milenio".

Al fallecer Edward Harley , su colección de propiedades se subastó incluida su biblioteca con 50.000 libros impresos; 7.500 manuscritos y 41.000 grabados. Los manuscritos fueron adquiridos por un librero que se los vendió a la nación recibiendo el el British Museum (alrededor de 1750) este tratado de alquimia para después pasar a la British Library donde muy pocos investigadores han accedido a él.

Las copias facsímiles realizadas por Manuel Moleiro y su equipo persiguen, precisamente, preservar el contenido de esta joya pero también acercarla a lectores que, de otra manera, no podrían ni acariciar sus tapas rojas con la mirada, la misma que desde hace siglos intenta hacerse con el conocimiento de una obra que prometía enseñar a fabricar oro.