Hace ya 14 años que el exsacerdote José Antonio Fernández Martínez perdió su empleo como profesor de Religión porque estaba casado. La culpa, al parecer, la tuvo una fotografía en la que salía con su esposa y sus hijos en un diario como miembro del Movimiento pro Celibato Opcional. Estos días el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo revisa su caso. Lo que José Antonio Fernández denuncia es la "hipocresía" en torno a su despido, ya que, argumenta, el Obispado de Cartagena se escudó en el "respeto a la sensibilidad de los padres" para no renovar su contrato, cuando él afirma que se presentaba cada curso –desde 1991 a 1997– ante sus alumnos y sus progenitores como un sacerdote que no ocultaba su condición.

Fernández Martínez no es un caso único entre los párrocos que formalizan sus relaciones con una mujer. El Movimiento pro Celibato Opcional, que anuncia ya desde su propia denominación cuál es uno de sus objetivos, estima que alrededor de una cuarta parte de los párrocos que ejercen en España se casó entre 1970 y 1990 o 1995, un cálculo que uno de sus miembros, Ramón Alario, representante de Moceop en la Federación Europea de Curas Casados, cree extrapolable a Galicia. En algún país de Sudamérica, como Brasil, la cifra incluso se incrementaría hasta una tercera parte, dice, sin que las comunidades cristianas pongan demasiados peros. "Muchos creyentes aceptan como normal que el sacerdote lleve una vida normal, pero como no es legal, la aceptación concreta queda reducida a pequeñas comunidades", afirma.

Este licenciado en Filosofía y doctor en Teología por la Universidad Pontificia de Comillas ve con alegría que, desde que se fundó esta organización, en la segunda mitad de los setenta, "muchos curas casados hayan salido del armario", lo que considera un "logro". "De vivir esto en la clandestinidad y el ocultismo y con sentimiento de culpabilidad, se ha logrado en muchos casos que la gente lo viva con normalidad y no le plantee problemas de conciencia y que muchas comunidades no tengan ningún problema en tener un cura casado que lleva una vida normal", afirma.

Alario –que coordinó el libro "Curas casados. Historias de fe y ternura", que recopila 23 de estos casos–, reconoce, no obstante, que "el boom" de curas casados se dio entre los años 70 y los 90. "A partir de ahí nos encontramos con un interrogante. Los curas de menos edad que han ido enamorándose lo llevan en oculto. No hay manera de contactar con ellos", explica. Para Alario, esta situación puede explicarse, en parte –pero solo en parte, recalca– por dos factores. Por un lado, la situación económica. "No es que para nosotros fuera fácil, pero quien más, quien menos, buscó un trabajo civil y de eso vivimos. La situación actual hace que quien abandone el ministerio tenga más problemas a la hora de insertarse laboralmente", señala. Por otra parte, añade, está la diferencia generacional y de concepto de lo que es la Iglesia. "Los curas de hoy son más obedientes y sumisos a la jerarquía", señala. No obstante, los curas de Moceop, subraya, "son curas y si la comunidad" los "necesita", están "a su disposición".

Ese es el caso, por ejemplo, del excura gallego Juan Caamaño, ahora profesor de autoescuela, que abandonó el sacerdocio, no por amor, sino para dedicarse a esa profesión. "Cambié por circunstancias de la vida; me parecía que mi trabajo era más valorado", explica. El amor, señala, llegó después, y también la familia: "Un plus con el que no contaba que me da muchas satisfacciones".